De nuevo en la radio

Este blog, como diría Paco Umbral, habla de «cosas absurdas que todos hemos visto ya«. Sin embargo, todo esto nació para relatar un viaje, una vuelta al mundo muy especial, un camino hacia lo desconocido y hacia nosotros mismos.

La mayoría de la gente que llega a estas páginas lo hace, todo sea dicho, haciendo búsquedas en Internet relativas al mundo de los viajes.  Y la vuelta al mundo que hicimos sigue generando interés en mucha gente, lo cuál nos honra a la reina y a mí.

A través de este blog llegó a nosotros el periodista Enrique Córdoba, de Radio Caracol Miami. Nos contactó y al final todo desembocó en una agradable entrevista que grabamos por teléfono el pasado martes.

La magia de las ondas es que ahora la comunidad castellanoparlante de Miami podrá escuchar el viaje. Y vosotros, si queréis, podréis hacerlo también el domingo a las 5 de la tarde en Radio Caracol USA.  Hablamos del viaje en general, pero sobretodo del tren transiberiano, así que si estáis interesados en ese tema, podéis escucharlo.

Enrique Córdoba fue muy agradable y ameno en la entrevista y todo pasó como una interesante conversación. Por cierto, este periodista tiene un blog que podéis leer si estáis interesados haciendo clic sobre estas palabras.

Carta desde Madrid, Castilla, Planeta tierra

Queridas amiguitas:

Os colé una pequeña engañifa por la escuadra. Mil perdones. Nos pagaron el cheque de driveaway según fuímos a cogerlo. ¿Por qué dijimos lo contrario? Porque necesitábamos justificar de alguna manera todo el tiempo que estábamos pasando en Nueva York, cuando en teoría nuestro plan era ir hacia el norte. ¿Y por qué estábamos pasando tanto tiempo en Nueva York? Pues porque ya teníamos el billete de vuelta. Amigas, ya estamos en casa.

¿Por qué os ocultamos la fecha de regreso?. Hay tres motivos

1.- Porque por casualidades de la vida, la tarifa más barata para volver coincidía con el cumpleaños de mi querida y ya querida por todos vosotros Maria Luisa. Así que sorpresa sorpresa.

2.- Ya puestos, dijimos, «bueno, pues sorpresa para todos»

3.- Os parecerá una chorrada, pero nos entró la rayada de que decir la fecha de regreso a bombo y platillo nos daría mala suerte en lo que quedaba del viaje. Y habiendo pasado ocho meses con buena suerte, fastidiarlo en el último minuto no era menester.

Como leeís, ya estamos en casa, sanos y salvos.

Nuestros últimos días en Nueva York fueron plácidos, tranquilos, paseando por las calles y confirmando el encanto que nos ha despertado esta ciudad. Sin duda un gran colofón para nuestros ocho meses de viaje.

La vuelta, pesada, 20 horas para tres vuelos, Nueva York – Dublín, Dublín – Londres, Londres-Madrid, con mucho tiempo de espera en aeropuertos.

¿Y por qué hemos terminado el viaje?

El motivo fundamental es que ambos habíamos llegado a la conclusión de que el viaje había cumplido su misión. Disfrutábamos el viaje, pero pensábamos que ya era demasiado tumbo. Estábamos felices y estamos felices por el viaje realizado, una aventura en nuestras vidas dificilmente repetible, pero desde hace un mes pensábamos que había cumplido su ciclo.

Un segundo motivo, imagino que bastante comprensible, es que empezábamos a echar de menos nuestro espacio (tanto couchsurfing…) y a nuestra gente.

Y por supuesto, un motivo de bastante peso es que el dinero se nos estaba terminando y no queríamos ir a la calle 16 de San Francisco a vivir con los mendigos en la plazuela del Metro. Antes de quedarnos a cero, mejor volver.

En estos momentos estamos en una nube. Llegar a Madrid, volver a ver las calles, o volver a nuestras casas… parece como si nunca nos hubiésemos ido y sin embargo han pasado ocho meses sin pisar nuestra tierra, sin ver a nuestra familia (yo no les había visto ni en foto, a Aurora una vez le mandaron una tanda de fotos, pero esto fue hace cinco meses). Abrir el armario y encontrar nuestra ropa (que ya cansaba llevar las mismas camisetas todos los días), reír con la familia… y me imagino que pronto vendrán los reencuentros, con el resto de familia, con los amigos y con los camaradas de trinchera. Ya os iré llamando, zascandiles, de momento pongo el aviso general por aquí pero como se que no todos leeis esto a diario, igual alguno se lleva alguna nueva sorpresilla.

¿Conclusiones del viaje? No se si esto es lo que toca poner, imagino que sí. Intentaré no dar la chapa.

Acerca del fenómeno de viajar, es sin duda una experiencia irrepetible si se hace bien. Cada uno que viaje como quiera, pero creo que la única forma de aprender es dejar el turismo de lado y simplemente involucrarse en las sociedades que se visitan. Viajar para ver monumentos, para quien le interese, puede estar bien, pero para conocer el mundo y sobretodo para comprender el mundo, es mucho más fácil, aunque quizá más pesado. Romper con la barrera del touroperador y coger el tren local, el autobús, hacer autostop, ves como vive y siente la gente. Caminar por cualquier calle, ver que cosas compran, que rutinas tienen, que trabajos distintos y cuales similares. Entrar en un restaurante, cualquiera, guíados por si está lleno o vacío de autóctonos y probar los nuevos sabores.

Algunos antes, durante y me imagino que después del viaje nos han dicho que somos afortunados. Así nos sentimos después de haber hecho este viaje. Creo que para viajar es necesario disponer de tiempo y en esta sociedad en la que quieren aumentar la jornada laboral a 60 horas cada vez es más dificil. El tiempo es necesario para observar. Sólo se viaja bien si se viaja despacio. Cuando tienes una fecha estricta, puedes viajar mucho, pero es dificil viajar bien. El fenómeno que se repite es: profesionales jóvenes, quince días de viaje y querer verlo todo. Quince días en los que ver norte, centro y sur de un país sin detenerse, tachando sitios de la lista. Quizá en quince días, yo vería tres ciudades o tres zonas, con calma, o quizá sólo dos.

Nos han dicho «que suerte, cuantas vacaciones». Lo «único» que hay que hacer es dejarlo todo. El trabajo, la casa, los amigos, dejarlo todo e irse. No es cuestión de suerte. Nadie regala nada. Hemos ahorrado, nos lo hemos currado y hemos viajado. Lo puede hacer cualquiera, pero no es cuestión de suerte.

Conste que nosotros mismos hemos incumplido a veces en este viaje nuestra propia filosofía, pero creemos que es un ideal al que aspirar.

Nos hemos planteado muchas veces el tema del turismo y si es posible un turismo positivo. A estas alturas, creo que turismo siempre es negativo. No es negativo viajar, involucrarse, pero todo el negocio del turismo es una permanente prostitución del alma. Las ciudades que viven del turismo, las peores.

Habiendo visto mundo, otra conclusión que sacamos es que en ninguna parte se vive como en el Sur de Europa. Claro que nos falta mundo por ver. Y claro que hay muchísimo que mejorar en muchísimos aspectos, pero socialmente los pueblos del sur de Europa son los más cercanos, amigables, al tiempo que tienen una serie de servicios públicos (en el norte de Europa son mejores, pero la gente es más arisca) y una comida excelente.

No obstante, tenemos muchas cosas que destacar, positivas de muchos sitios:

De Francia, el pan y el queso. De Bélgica, las cervezas.

De Holanda y Alemania, sus servicios públicos, su urbanismo, sus medios de transporte.

Del este de Europa, de Polonia la amistad de sus gentes. De Ucrania y Rusa, su increíble sistema de trenes. Si te dicen que un tren sale hoy de Moscú y va a llegar a Vladivostok dentro de ocho días a las 14:33 , parando en muchos sitios, con inclemencias del tiempo, la regla general es que no se retrase más de dos minutos.

De todo Asia en general, la amabilidad de sus gentes, distinta en cada país en su forma pero no en el fondo. De Japón, lo limpio que está todo, lo fácil que es hacer autostop, el increíble sushi. De Corea lo alegres que son, los paisajes del norte, los autobuses que llevan a todas partes. De Tailandia, que la gente humilde es la que más tiene que enseñar. Y nuestro pueblito junto al Mekong, que posiblemente sea lo que más huella nos ha dejado en estos ocho meses de periplo.

De los Estados Unidos, su espíritu emprendedor, la cercanía de la gente (en seguida entablan conversación), su variedad de paisajes (desiertos, bosques, océanos), las microdestilerías y parte de su comida, totalmente insana y deliciosa (pese a la falta de variedad).

Hemos aprendido, dando tantos tumbos, que vivimos con demasiadas cosas. No he echado de menos mis posesiones materiales. Nos hemos adaptado a todo tipo de situación teniendo sólo lo justo, espero que sea una lección para toda la vida. Lo único que me hacía ilusión reencontrar eran mis dvds (es dificil ver películas durante el viaje), por cierto, me faltan las películas de Kurosawa, Pulp Fiction y HellBoy, si alguno ha aprovechado una visita a mi casa para cogerlas de estrangis… ¡que las devuelva!

En general hay una conclusión que todo aquel que viaja por el mundo acaba sacando:

– Es fundamental acabar con las fronteras. Las fronteras nos encierran en nosotros mismos. Creemos que nos cerramos a los demás pero lo que hacemos es encerrarnos. Se bloquea un territorio y dentro de ese territorio se imparten doctrinas, «somos los mejores». Ahí empieza el culto a la bandera, al rey, al país. Pasar una frontera es además humillante, las inspecciones, el control del pasaporte, es la degeneración total de la humanidad.

Hasta aquí todos de acuerdo y felices. Ahora viene la mía especial.

– A pesar de la necesidad de acabar con las fronteras, en estos tiempos, en el siglo XXI, es fundamental reivindicar a los pueblos del mundo. Sus lenguas, sus culturas. La diversidad nos hace ricos y el respeto al diferente nos hace ricos. Que un pueblo no tenga estado propio o no tenga, según algunos, suficiente historia para «ser», no significa que no debamos respetar y defender sus peculiaridades. Vivimos en un mundo en el que se está imponiendo un modelo de vida nefasto que corresponde a cierto modo de vida estadounidense. Es el modelo de vida Burger King, Starbucks, brunch y centro comercial. Avanzamos hacia un mundo homogeneizado y cuando se homogeneizan las culturas se homogeneizan las mentes. Se acaba la diversidad y se acaba el pensamiento. Esto causa estragos en el mundo y también en donde se inició todo, en los propios Estados Unidos, donde uno se cansa de ver pueblo tras pueblo las mismas cadenas multinacionales.

El reto, entonces, es reivindicar los pueblos al tiempo que destruimos las fronteras. Dificil, sin duda, porque muchas veces la reivindicación del pueblo implica una exaltación nacional y creación de un nuevo encierro.

Pero para eso estamos aquí los malvados antisistema.

Amigos y amigas que nos habéis seguido estos ocho meses, aquí acaba la aventura de este viaje. Ahora tendremos que reacoplarnos a la vida sedentaria, lo que será complicado, pero imagino que podremos hacerlo.

Volver en medio de una crisis, así somos nosotros: echaos p’alante

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Y ahora, ¿qué hago con este blog? ¿Lo dejo sin actualizar para siempre? ¿Lo dedico a la subversión total? ¿A la subcultura pop y al mundo freak? ¿A la crítica gastronómica? ¿A las reflexiones vitales? ¿A todo, a parte, a nada de eso?

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POR CIERTO, ESTAMOS AQUI, PERO TODAVIA FALTAN FOTOS POR SUBIR EN EL BLOG DE AURORA, ESTAD ATENTOS SI QUEREIS VER LAS ULTIMAS

(si no entiendes de que va esto, pincha aquí http://caminoacasa.wordpress.com/ )

Carta desde Brooklyn, Nueva York

Queridas amiguitas:

Era previsible, es nuestra dinámica habitual, nos hemos vuelto a quedar “atrapados” en una ciudad.

Dejamos a Brett y los suyos en Rhode Island el lunes por la mañana y nos acercamos en tren a la gran ciudad. Nuestro plan básico era el siguiente: ir a la oficina de Driveaway, cobrar el cheque de nuestro depósito e ir hacia el norte del país, quizá hasta Canadá, investigar un poquito aquello y luego volver aquí antes de que se acabase nuestro visado. Sobre el papel, todo fácil.

Nos buscamos una anfitriona en Nueva York para estos días, Rachel, que vivía en Brooklyn junto a su compañero de piso Ross, y también Sam, Jack y dos perros. La zona en la que estaban era Williamsburg, que es bastante alternativa, tipo Malasaña, en el buen y mal sentido.

Con ella fuimos un día a Manhattan, que es la parte más conocida de Nueva York y considerada “el centro” de la ciudad. Paseamos por Union Square, cogimos un ferry gratuito que va hasta Staten Island y pasa justo por delante de la estatua de la libertad, visitamos Chinatown y Little Italy. Lo curioso de Little Italy es que está en el medio de Chinatown, vas paseando por calles llenas de comercios chinos, con letreros en chino, y de repente apareces en una calle llena de banderas italianas.

Este era nuestro único plan para Nueva York, lo demás lo dejaríamos para más adelante porque al día siguiente fuimos a la oficina de Driveaway. La oficina estaba en un pueblo de New Jersey llamado Stockholm, llegar era una odisea y además caro de narices. Total, que allí nos plantamos, llegamos al sitio y nos encontramos a un tipo muy majete en la agencia. Nos dice que no hay ningún problema con el coche, que el cliente quedó contento, que todo está en orden (bien) pero que han tenido un problema informático en el banco y no pueden expedirnos el cheque hasta la semana que viene (mal). Así que así nos quedamos. Como ya nos habíamos quedado estancados en San Francisco y en Dallas, esto ya nos pareció lo más normal.

El tipo nos dijo que lo sentía pero que no nos preocupásemos porque con darnos el cheque no iba a haber ningún problema, sólo que habría que esperar un poco más. Para alegrarnos el día, nos recomendó ir a comer a un sitio italiano que había allí cerca. Nueva Jersey es una de las zonas con más población italiana y de nuevo los tópicos se hacen realidad. Los clientes del local italiano parecían los amigos de Tony Soprano, con chandal, repeinados hacia atrás, la cremallera abierta y medallas con cruces. Y esa forma de hablar inglés que tienen los italoamericanos en las películas, no es sólo de las películas, es real. Yo estaba en la gloria allí. La gente era muy diferente, se nota que venían del sur, porque eran más simpáticos, bromistas, cálidos…

Allí en Nueva Jersey hacía un frío increíble, así que nos tuvimos que volver con los bolsillos vacíos y el cuerpo congelado. Ya será a la próxima.

A la vuelta paseamos por Times Square y todas estas zonas famosas. Era curioso verlo, pero la verdad es que también era un agobio impresionante, con todas las gentes cruzando de lado a lado.

Como habíamos contactado mucha gente de Nueva York en vistas a nuestra visita futura,no nos costó organizarnos un poco para esta vez no pasar todo el tiempo en la casa de la misma persona y así estorbar menos.

De casa de Rachel pasamos a la de Sean, también en Brooklyn. Decir “también en Brooklyn” es como no decir nada, porque la percepción que tenemos en Europa es que Brooklyn es un barrio pequeño pero en realidad es un grandísimo distrito lleno de muchos barrios.

Sean vivía en la zona llamada “Grown Heights”, que es la zona donde viven los inmigrantes caribeños. Había muchísima gente de Jamaica, Barbados, Trinidad y Tobago, Guyana… con su peculiar acento y su música en las calles.

Sean era profesor de lengua y literatura en un instituto en una de las zonas más peligrosas de la ciudad, aunque decía pasárselo bastante bien. Claro que no me extraña porque les llevaba a los chavales comics de Batman para analizar la historia y así te ganas el cariño de los chicos en un periquete.

Además de ser profesor de lengua y literatura, era un auténtico profesor de cervezas. Nada más llegar nos obsequió con varios ejemplares, destacando la cerveza local Brooklyn. Vuelvo a reivindicar desde este epistolario las pequeñas destilerías de cerveza que hacen maravillas a lo largo del mundo, mucha mejor calidad que las grandes marcas. Un punto para los EEUU por sus cervezas.

El conocimiento de este chico en la materia era impresionante, tanto que un día fuimos a una localidad fuera de Nueva York para probar una cerveza que hacían con calabaza, ahí es nada. Allí vino una chica amiga suya que había aprendido castellano en Argentina, tenía un acento argentino fuertísimo,era muy curioso.

En Nueva York el transporte es relativamente sencillo, hay muchas líneas de metro,estas tienen distintos trenes, ya que unos son exprés y otros paran en todas las estaciones, hay que saber esto porque si no te pasas tu estación más de una vez, a nosotros por supuesto nos ha ocurrido. Tienen un pase semanal a muy buen precio, en cuanto supimos que nos íbamos a quedar aquí varios días lo compramos, con el puedes coger todos los trenes y autobuses. Lo malo es que en una misma estación no hay comunicación entre uno y otro andén, por lo que si te equivocas al entrar tienes que salir y volver a pagar, o esperar 20 minutos si tienes un abono como el nuestro (por supuesto, también nos ha ocurrido). La información no es demasiado clara, aunque preguntando lo arreglas todo.

Con el transporte fácil y a buen precio, vamos y venimos de Manhattan facilmente. Por ejemplo, visitamos el famoso Central Park, del que poco puedo decir porque es un parque como tantos parques sólo que más grande que muchos. Agradable para pasear o sentarse un rato en alguno de sus rincones.

Lo malo de Central Park son las hordas de cazaturistas que quieren venderte paseos en bicis, caricaturas o cualquier chorrada, pero bueno, nada que no sepamos evitar a estas alturas.

De casa de Sean pasamos a casa de Scott, que nos acoge ahora. Nos hemos organizado así para no pasar todo el tiempo en la misma casa, así además conocemos más cosas y nos quitamos la sensación de estar quietos. En realidad, lo que hacemos es hacer ahora todo lo que teníamos pensado hacer más tarde.

Scott estudia Derecho y vive en el área llamada “Brooklyn Heights”, que es considerada el centro de Brookyn y el área más bonita estéticamente. Quizá es el área más normal o más parecida a cualquier barrio estandar de Madrid. Para seguir la buena tradición, nos recibió con cervezas locales y hamburguesas.

Nueva York nos está dejando una grata impresión. Es una ciudad con mucha vida en todos sus barrios, a mi me da cierta envidia porque desde que tenemos alcalde faraón (Manzano vuelve, si ya decía yo que más vale malo conocido…) Madrid va perdiendo progresivamente toda su vidilla. Coge cualquier barrio al azar de Nueva York y encontrarás algo peculiar (como el barrio judío, con todos vestidos con sus gorros negros y su barba), con tiendas únicas, o a lo mejor son barrios muy normales pero con gente en la calle todo el tiempo, con un predominio del pequeño comercio en el que se encuentra de todo. Es una ciudad más parecida a las ciudades que tenemos en Europa, quizá la mejor de Estados Unidos desde mi punto de vista. Lo que marca la diferencia es eso, lo viva que está, no hay ni un barrio por el que vayas y esté todo apagado, aquí dan ganas de salir a la calle sólo a ver la gente que hay.

Carta desde Kingston, Rhode Island

Queridas amiguitas:

Aurora al final se fue haciendo amiga del Honda y dejó de refunfuñar acerca de si el coche tenía diez años y todas esas cosas.

Por lo demás, el viaje transcurrió con normalidad. Atravesamos de nuevo Oklahoma. Con Oklahoma todos tienen un cierto cachondeo, dicen que son los más paletos. La verdad es que dan en general un poco de imagen de “Cletus”, pero están orgullosos de ello.

Antes de llegar a Oklahoma, todavía en Texas, visitamos el cañón de Palo Duro, que es el segundo más grande después del Gran Cañón. Nos quedamos con el mal sabor de boca de no haber podido visitar el famoso Gran Cañón, pero dependemos de los cochoes.

En Henryetta, Oklahoma, fue donde les dió por preguntarme si soy irlandés y desde entonces me lo han preguntado varias veces más esta semana. Me ven con mis camisetas reivindicativas, mi barbarroja y mi acento raro y me ubican en la tierra de Eriu. Así son ellos. Lo celebro.

En general hemos tenido muchas carreteras preciosas en Arkansas, Tenessee, Virginia, Pensilvania… y es que comienza el otoño y los colores son impresionantes. Lo ves en una postal y parece “photoshop”, pero o han inventado el photoshop tridimensional o esto es el otoño más bonito que he visto nunca.

Toda la parte del sureste de Arkansas y sudoeste de Tenessee son zonas bastante deprimidas. Era muy dificil encontrar moteles y en general había muchísimas casas abandonadas, muchísimos afroamericanos y muchísimos campos de algodón. Estos dos últimos factores han ido desgraciadamente unidos durante mucho tiempo.

El primer couchsurfing de la semana lo tuvimos en la ciudad de Nashville, la llamada ciudad de la música. Nos acogía DeeDee, una chica de Milwaukee que había viajado por Italia y estaba enamorada de dicho Estado, al igual que nosotros. La pena es que llegamos muy cansados y no pudimos disfrutar de la ciudad, DeeDee vivía en una de estas casas en las afueras y coger el coche no nos apetecía nada. Sólo vimos el centro una media hora y nos fuímos con la sensación de estar perdiéndonos una ciudad con mucha vidilla, la música se respiraba por todas partes.

A mediados de semana llegamos al Estado de Virginia que nos sorprendió gratamente. Ellos se consideran “sudistas” pero nosotros lo consideramos el comienzo del Este, y es que las casas empiezan a ser muy diferentes. No sólo las casas, también la configuración de los pueblos, que tienen más vida, como Wytheville, donde pasamos una noche, o Staunton. Toda esta zona junto a los montes Apalaches tiene preciosos paisajes muy diferentes a todo lo que íbamos dejando atrás.

En la localidad de Staunton tuvimos una gran alegría gastronómica porque estábamos más que descontentos con la comida americana. Los yankis que conocíamos en Japón nos decían que echaban de menos algo de variedad alimenticia, así que nos hicimos a la idea de encontrarnos una gran diversidad de alimentos insalubres. Pero no ha sido así. Hamburguesas, las que quieras, algunas muy ricas. Pizzas de todo tipo, la mayoría malas. Muchísimos Burritos, algún kebab. Poco más. Nos hablaban de los “mom and pop restaurants”, así llaman a los restaurantes de toda la vida, donde te sientas, te lees una carta, te atiende alguien medianamente majo nativo del lugar y todos tan amigos. Pero no encontrábamos nada. O bien encuentras cadenas, o bien encuentras imitaciones de las cadenas. Pero en Virginia, en Staunton, encontramos por azar un sitio llamado “Mrs Rowe´s” de comidas locales que fue una agradabilísima sorpresa. Muchas cosas insanas, por supuesto, pero diferentes. Es curioso las cadenas lo que anulan culturalmente a un pueblo, desaparece toda la diversidad y se avanza hacia la uniformidad, en este caso alimenticia, comida caca por todas partes. Hay gente a la que le gusta, lo respeto, pero el problema llega cuando hasta en el pueblo más perdido sólo encuentras un McDonalds y los viejos del pueblo se reúnen allí para contar sus batallitas. Es lo más triste que puede pasar. Yo desde aquí reivindico la “slow food” y la manera de comer que tenemos en Castilla y en tantos otros pueblos del sur de Europa, donde te sientas, tomas varios platos, un buen vino u otra cosa, y pasas una hora o más tiempo comiendo, hablando con los amigos, la familia, quien sea. Aquí hemos comido con algunas familias, muchas veces comen fast food, otras veces alguien cocina pero en vez de sentarse todos juntos cada uno se coge su plato y se va por ahí, o se sientan y comen rápido en cinco minutos… las comidas con mis abuelas (ambas, en Madrid o Valencia), largas, contundentes, agradables, es de lo mejor de mi cultura, perderlo sería lamentable.

De Virginia fuimos a Pensilvania, donde nos acogió Rita en la ciudad de Harrisburg. Esto fue interesante porque fue nuestra anfitriona “de rebote”. Habíamos contactado con un chico de couchsurfing pero el no estaba y lo arregló todo para que fuésemos a casa de su amiga Rita. Rita y su marido Gerald vivían en un barrio esencialmente africano, su familia había vivido en EEUU por varias generaciones pero ambos tenían ascendencia alemana. Esto nos llevó a una interesante conversación porque a veces en la radio hay Losantos yankis que dicen que si toda esta gente mexicana (o de donde sea) que viene a invadir la tierra de sus ancestros… lo que es una barbaridad, porque los únicos que podrían decir eso son los nativos americanos (cherokees, navajos, apaches, etc), y no todos estos que son inmigrantes igualmente, aunque de más generaciones.

Nos contaron Rita y Gerald que tenían una hija que era una enamorada de Madrid. Lamentablemente no pudimos conocerla, ya será a la próxima. Fueron una pareja encantadora que cuidó de nosotros fenomenalmente.

Y así llegamos finalmente a Kingston, Rhode Island. El viaje fue duro, había que pasar cerca de Nueva York y allí hay un inmenso conglomerado de autopistas, muchísimas de peaje. Pagamos alguno, pero nos cansamos de ello y decidimos buscar un atajo. Nos metimos en plena ciudad, empezamos a ver personajes raros raros raros por todas partes… al final vimos un cartel, “Bronx City”. Todo esto del Bronx, esta fama que tiene tendrá una gran parte de leyenda urbana, no sabemos, pero vimos una cantidad de seres extraños por metro cuadrado que ni en San Francisco. Queríamos haber sacado una foto para nuestros amigos bronxtoleños, pero no pudo ser.

La jornada acabó en Kingston, donde nos acogen Brett, Adam, Jessie y Dan , cuatro chavales que rehabilitaron una casa del siglo XIX a cambio de que les dejasen un alquiler barato. Pagan en total unos 600 euros por una casa que es bien grande, con seis habitaciones, cocina, dos baños y dos salones. Aquí está el campus de la universidad de Rhode Island, donde estudian Jessie y Dan. Los otros dos trabajan (Adam, que por cierto es una versión de Albareto) o lo intentan (Brett).

La primera noche nos llevaron a cenar a un sitio de pescados, Aurora está contentísima porque llevamos un par de meses sin tomar nada salido del mar.

Toda esta zona es muy diferente, los pueblos son parecidos a los ingleses (o eso creo, nunca he estado en Inglaterra, pero por las fotos…)

Al final entregamos el coche, aunque fue un lío. El tipo de Los Ángeles de Driveaway nos ha dejado un muy mal sabor de boca, un liante de cuidado. Llamamos al cliente y resultaba que el había dicho que el coche había que llevarlo a Massachusetts. A nosotros el de Driveaway nos había dicho que el tipo seguramente estaría en Massachusetts, pero que dejásemos el coche en casa de la hermana. Al final el hombre se portó y vino el hasta aquí a recoger el coche. Eso sí, de lo del depósito de gasolina vacío, no tenían ni idea, así que de gasolina me temo que no vamos a ver ni un duro. No nos pusimos pesados con el cliente porque pensamos que la responsabilidad total es de la agencia, que ha funcionado lamentablemente en ambos sentidos, hacia el cliente y hacia los que llevaban el coche, nosotros. A ver si no tenemos problemas con el depósito que pagamos, ya veremos. Tenemos que ir a New Jersey a cobrarlo y cruzamos los dedos para que no se nos atraviese la situación, como tantas veces está ocurriendo últimamente.

Anecdotilla: El tipo nos ha comentado que el coche perteneció a la madre de la actriz de la serie «Buffy Cazavampiros»

Por lo demás, hemos paseado por esta zona, así como por el pueblo de Narragansset, donde hemos vuelto a ver a nuestro viejo conocido, el Oceano Atlántico, pensando lo raro que era todo esto, salimos de casa hacia el Este y yendo hacia el Este parece que llegaremos pronto.

Un saludo a Islandia y a Bjork, sin más. Las conclusiones, he decido guardármelas, salvo para los afortunados que ya las hayan leído.

Carta desde Canyon, Texas

Queridas amiguitas:

Ya lo dice el dicho: Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. No tenían coches para nosotros en Dallas, ni en Houston, ni en Oklahoma City. Así que ni cortos ni perezosos nos montamos en un avión camino a Los Angeles.

En nuestro último día en McKinney, el vecino Stan nos llevó en su viejo coche al aeropuerto de Fort Worth/Dallas. El vecino Stan es digno de mención porque es la persona más parecida a “The Dude” que he conocido en mi vida. Creo que es el más mítico que hemos conocido en todo el viaje y probablemente en toda nuestra existencia.

El aeropuerto de Dallas, horrible. Muy dificil cambiar de unas salas a otras, hay que estar entrando y saliendo todo el tiempo. Además, me declararon sospechoso. Resulta que entregas tu equipaje, te dan la tarjeta de embarque y cuando vas a entrar donde están todas las puertas, pasan un rotulador especial por encima de la tarjeta. Es un rotulador de estos que “revela” tinta invisible. Y el mío estaba marcado SSSSS: sospechoso. Así que me pasaron un escaner antidroga y antiexplosivos, yo no se por qué pero cuando a alguien le tiene que tocar pasar eso, me toca a mi. Me hubiese gustado guardar mi tarjeta de embarque de sospechoso, pero como sabéis, para entrar en el avión la tienes que entregar, así que sólo pudimos hacer una foto.

Escala en Denver y después a Los Ángeles. En San Francisco nos habían dicho alguna vez que Los Ángeles es “the asshole of the universe”. Es un doble sentido insultante, porque “asshole” significa literalmente agujero del culo, así que por un lado vendría a ser como decir “el culo del universo”, pero también se utiliza como insulto, tipo “gilipollas”, por lo que consideran a los angelinos los más gilipollas del universo. Con esa información tan interesante nos acercábamos a tan famosa ciudad. Desde el avión nos quedamos asustados, llegamos de noche y sólo se veía un gran horizonte luminoso interminable.

Nos alojamos en el barrio de San Pedro en casa de Joanna, que trabajaba haciendo lo mismo que yo en mi vida previaje, sólo que ella tenía que estar en la oficina a las 6:30. Yo ya le explique que en Madrid antes de las 8 no han puesto las calles, así que no se puede ir tan temprano. Vivía con su hijo de 5 años, Nathan, un chaval saladísimo.

En el barrio de San Pedro está el puerto de Los Ángeles. Es un barrio de clase trabajadora que no es tan diferente en su configuración al de Mission en San Francisco, sólo que no hay progres ni bohemios. Sólo currantes, muchas tiendas variadas y vendedores de frutas. Ah, y playa. Fuimos a una playa llamada “El Cabrillo”, si Aurora no iba reventaba y como no queríamos que eso sucediese, tuvimos que ir.

No nos pudimos desplazar demasiado por la ciudad porque el transporte público de Los Ángeles es de los peores que he visto en mi vida. Un día que decidimos ir a hacer de turistas, que de vez en cuando también pecamos, esperamos más de dos horas a que llegase el bus. Ni el 2 en Madrid tarda tanto (máxima espera del 2 registrada por mi, 50 minutos).

El turisteo que hicimos, os lo podéis imaginar. Nos plantamos en Hollywood como dos guiris más, fuimos al teatro chino a ver todas las huellas de los actores (Rita Hayworth tenía minipies; Nicolas Cage, te pega una torta y te arranca la cabeza. Fin de las conclusiones) y por Hollywood Boulevard vimos el Paseo de la Fama con todas las estrellitas puestas en el suelo. Conocía a poca gente de la que había ahí puesta. Fue curioso verlo, aunque nos pareció un poco fiasco. En la tele cuando lo sacan parece un señor paseo y resulta que es una acera del mismo tamaño que la de mi calle en Madrid.

Los Ángeles no nos dio para mucho más, porque si por algo estábamos ahí era por un coche. La oficina de Driveaway de Los Ángeles es de las más activas del país y nos dirigimos allí en busca de nuestro maná. Tenían un coche, dirección a Rhode Island.

De todas las oficinas de Driveaway, esta era la más peculiar. El dueño era un tipo cercano a los 60 con un chisme de estos del teléfono móvil enganchado a la oreja, zapatillas de deporte, pantalón y camisa vaqueros, esta última mitad por fuera mitad por dentro. Pelo canoso largo, gafas de sol todo el rato y rollo “que passsa tíoooo”. La chiquita que nos atendía, tenía un cacao mental incomensurable, pobre, era de sus primeros días, todos hemos tenido primer día de curro. El asunto es que para darnos el coche tardó más de tres horas (en la oficina de San Francisco tardaron 40 minutos y nos pareció la vida).

La oficina de Driveaway estaba en un barrio que sobre el mapa recibía el nombre de Koreatown y vaya si era Koreatown. La mayoría de los letreros en hongul, la mayoría de la gente de la calle, honguls. Todos menos los del Driveaway.

El coche lo tenían en lo alto de un edificio, el edificio adyacente a la oficina, nos tuvieron subiendo y bajando más de la mitad del tiempo.

Al final nos dieron el carro, un Honda Accord del 98. Aurora está que muerde porque después de nuestras dos últimas naves, este es más normalito. A caballo (casi) regalado, no le mires el diente, así que por mi parte no hay quejas. El hippie del driveaway, ladino el, nos lo dio sin una gota de gasolina, intentando colárnosla. Se supone que tienen que dar el coche siempre con el depósito lleno, así que nos quejamos y no sabemos si al final nos darán el dinero o que.

Total, que nos pusimos en marcha dirección Este. Salimos de la California playera y nos metimos en la California desértica. Al Este de Los Ángeles está el impresionante desierto de Mojave. Atravesándolo llegamos a la ciudad de Kingman, Arizona, donde nos acogían Mike y familia. Mike es un profesor de historia, activista antiBush, tiene una casa con un jardín desértico (como todo el entorno) transformado en un parque temático artístico-pacifista. Nos enseñó unos cuadros que hace chulísimos y pasamos una buena tarde con el y familia. Volvimos a ir a un partido de fútbol americano porque una de sus hijas estaba en la banda del instituto, así que ya llevamos dos en dos semanas. Nos parecieron personas interesantísimas, una lástima que nuestro deber nos llamase y no pudiésemos quedarnos demasiado.

Al día siguiente seguimos avanzando por tierras desérticas bajo un fortísimo viento. Había momentos en los que sólo se veía arenas por todas partes. La mayor parte del Este de Arizona, y del Oeste de Nuevo México, zonas por las que fuimos con el coche, pertenecen a los indios Navajos. Son las reservas que les dieron y aquí es donde viven. La entrada a Nuevo México, con carteles de “Navajo Nation”, montañas de estas con cerros rojizos y marañas de ramas rodando con el viento, parecía una película de Sergio Leone. Faltaba la música de Morricone.

A ambos lados de la carretera había muchísimas señales de tiendas de artesanía nativas. Y en la radio hablaban en idioma navajo, con música india y todo. Flipábamos. Una pena no entrar más en contacto con los nativos americanos, extranjeros en su propio país, marginados en su propia tierra. Tendré que informarme más al respecto.

Hicimos noche en el pueblo de Grants, reencontrándonos con la ruta 66 en nuestra vida. Esta ruta casi nos ha traído todo el camino hasta el norte de Texas, cruzando Nuevo México de lado a lado. Paramos en el pueblo de Tucumcari, que creo que es el que más refleja lo que fue esta ruta. Lo recorres y dan ganas de llorar, todo moteles abandonados, restaurantes cerrados…

Por hoy, nuestra ruta termina en el pueblo de Canyon, cerca de la ciudad de Amarillo, donde nos acoge Carl, fisioterapeuta, que ha arreglado el hombro de Aurora (tenso de tanto conducir) en un periquete.

Espero que no se os haya atragantado el 12 de Octubre. Nada que celebrar.

Carta desde McKinney (II)

Queridas amiguitas:

Ya establecimos en su momento una similitud entre este epistolario y la serie de televisión “Lost”. Aquella similitud era la realidad de las entradas al blog, por un lado, y los comentarios, por otro. Como la historia en la isla y los flashbacks que nos cuentan la vida anterior del personaje.

Ahora tenemos dos similitudes más

1- Somos como Locke, estamos desorientados, esperando a que “la isla nos diga como continuar”

2- Estamos en uno de esos capítulos en los que los fans se quejan porque “la trama no avanza”

Pero aquí seguimos, en nuestra aventura particular. Como sabéis, estamos moviendo coches de una ciudad a otra. Vinimos a Dallas porque había tres oficinas de driveaway cercanas y pensamos, inocentes, que si no había coche en una de ellas, lo habría en otra. Error. No hay coche en ninguna. Hemos llamado día tras día a cada una de las oficinas, preparados para ir a Houston o a Oklahoma City en cualquier momento, pero nada. No hay coches, lo sentimos.

Tenemos la suerte de estar a gusto en el municipio de McKinney. Tiene un centro histórico bastante desarrollado y vivo, cosa rara por estos lares. Hay una plaza y varias calles con gente caminando por las calles, negocios familiares… los que venimos del viejo continente tenemos esa idea de que en toda localidad habrá una plaza del pueblo con su taberna y todo eso. Pero aquí hay ciudades que no tienen centro ni periferia, sólo casas agolpadas una junto a otra, con su jardín.

No es que no haya casas agolpadas, las hay, estamos alojadas en una de esas, lo cual reduce nuestra independencia a cero. No hay transporte público alguno, dependemos exclusivamente de que Wendolin nos lleve. Con este panorama, todos los días nos hemos dedicado a ir a su estudio fotográfico en el centro y quedarnos por ahí. Hemos hecho fotos a mansalva, dicho sea de paso.

Aunque no estemos haciendo nada especial (aunque nunca hacemos nada especial) estamos disfrutando este pequeño parón. Estamos viviendo la cotidianeidad de esta familia que nos ha abierto las puertas de su casa y eso es un privilegio dificilmente superable. Wendolin tiene dos hijas, Savanah y Madison, de 15 y 13 años, con las que hemos hecho buenas migas. Savanah es más responsable, interesada en la cultura, viajes, etcétera, Madison es más alocada, le gusta llevar ropas de colores chillones… toda la familia nos ha acogido de muy buen grado.

Tienen un vecino que se llama Stan que es todo un fenómeno. Toca el bajo en varias bandas, habla en jerga el cien por cien del tiempo y hace bromas constantemente. Nosotros captamos menos de la mitad, pero nos hace gracia igualmente. El otro día estuvimos compartiendo trucos de magia, nosotros le enseñamos un par y el nos enseñó otro.

Lo único que hemos hecho que valga la pena destacar es la jornada del pasado viernes. En el instituto de Savanah tienen un equipo de fútbol americano, como en todos los institutos, que juega en la liga estatal de institutos. Como jugaban en casa, el viernes en el instituto organizaron una jornada de animación a la que asistimos. Dentro del polideportivo montaron un espectáculo con harley davidson circulando por dentro, bandas de música, las animadoras haciendo sus bailes, todos calentando motores para el partido que se jugaría por la noche.

El instituto era como los que vemos en las series, con esos pasillos llenos de taquillas. Tienen una cantidad de medios que nos quedamos pasmados, no entendemos por qué luego tienen un nivel académico tan paupérrimo. Tenían un aula de teatro con un escenario, focos, de todo, un aula de cine con un proyector enorme, tienen aulas de todo tipo de cosas. Aquí tienen una serie de asignaturas obligatorias y todas las demás son optativas muy diversas.

Por la noche fue el partido de fútbol americano, al que asistimos. Ya voy entendiendo el juego, tiene su gracia aunque lo detienen todo el rato y eso lo hace eterno. Me quedo con el fútbol europeo. Lo que me llamó la atención del partido es que el equipo de instituto jugaba en un estadio de tamaño similar al del Rayo Vallecano (pequeño, pero para ser un instituto…). Se movilizaban todos los padres. Porque por un lado estaba el equipo, pero por otro lado están las animadoras (entonces van sus padres), también las majorettes (y van sus padres también), la banda de música (y familia)… así acaban todos los padres involucrados en el evento. Yo pensaba que eso sería algo especial, pero resulta que todo este tinglado lo montan ¡cada quince días!. Ahí es nada.

Me llamó la atención toda esta movilización porque esto no lo tenemos en Castilla. En mi colegio no se montaba todo esto con los deportes, recuerdo que durante algunos años más o menos se seguía al equipo de baloncesto, que era bastante bueno, aunque ni de lejos el tinglado era tan enorme. La verdad es que me parece positivo todo este tinglado, no para celebrar la gloria del instituto (aquí hasta tenían un himno de instituto en el que todos hacían un saludo surfero… cosas veredes) sino para fomentar la participación deportiva.

Así vamos pasando los días en tierras texanas. Hemos ido a algún concierto tex-mex, también a comer hamburguesas ENORMES… no os preocupéis por esto porque las comidas son tan potentes que la mayoría de los días hacemos sólo una comida, la cena, a las seis de la tarde y con eso aguantamos 24 horas. Si comes varias veces al día te conviertes en don redondón en menos que canta un gallo. No movemos el pandero nada,así que tampoco comemos demasiado.

Saludos a todos los saludables y abrazos a los que han perdido seres queridos esta última semana. Una pena no haber podido daros el abrazo en persona, pero sabéis que lo tenéis de corazón.

Carta desde McKinney, Texas

Las carreteras americanas son un mundo de paisajes, gentes y pueblos de todo tipo. Recorriendo la multitud de carreteras locales es como nos empapamos de realidad norteamericana.

Nuestras últimas jornadas con nuestra querida nave espacial nos llevaron por muchísimas pequeñas carreteras en los estados de Missouri, Arkansas y Oklahoma. Tuvimos que hacer un camino rarísimo porque el camino directo, por el Estado de Oklahoma, nos llevaba por infinidad de carreteras de peaje, y es que el gobernador de aquí debe ser discípulo de la Espe.

Estos caminos hacen que visitemos muchos pueblos de todo tipo. En esta ocasión visitamos el pueblo de West Fork, en Arkansas. Un pueblo totalmente muerto, con su hamburguesería de rigor, eso sí, y las calles vacías.

Íbamos por Arkansas cuando un coche de policía, en una carretera estrecha, se nos puso detrás. Al ser una carretera tan pequeña, pensábamos que simplemente quería pasar y no podía, pero lo que quería era que detuviésemos el coche. Al pararlo, se nos acercó el policía, con su sombrero de cowboy, y nos dijo que íbamos más rápido de lo permitido. Aurora es una conductora más que prudente, pero aquí dicen que muchas veces te paran para meterte un poco de “susto”. Y eso es lo que hicieron, porque la única consecuencia de todo esto fue un “Warning”, un papel, cortesía del Estado de Arkansas, en el que nos recomendaban no ir deprisa.

Hicimos noche en un pueblo “raruno” llamado Eufaula, en Oklahoma. Debía ser un pueblo de fugitivos o algo así, porque Aurora se puso a hacer fotos a un cartel y salió una señora de un balcón diciéndonos que a qué narices hacíamos fotos. Al no ser a ella, se dio la vuelta y se volvió dentro de la casa.

Eufaula además de un pueblo es el nombre de un lago, aquí hay muchísimos y la gente va a ellos a pasar las vacaciones. Fuera de temporada, la mitad de los locales están vacíos.

Esto fue nuestro paso por Oklahoma, donde todo estaba lleno de carteles de la “nación cherokee” pero la verdad es que no vimos más que blancos.

Finalmente llegamos a Dallas tras cuatro días de viaje. Al entrar en Texas nos recibió un cartel en el que se proclamaban “Orgullosa tierra del Presidente Bush”. Nuestra ansiada Texas, a nuestros pies.

Nos acogían Grant y Erin. Al contactarles fueron muy específicos con que no nos quedásemos demasiados. Aunque sabemos bien que las visitas, como la pesca, a los tres días apestan, nos pareció un poco raro tanta insistencia. Pero en cuanto Erin abrió la puerta pudimos ver el motivo de todo esto. Erin tenía un bombo tremendo, embarazada de nueve meses, bebé a punto de nacer y encima alojándonos. Eso sí que es hospitalidad.

Dos banderas, una de EEUU y otra de Texas, estaban en el balcón de la casa. Y en la entrada, un cartel de McCain-Palin. Y es que nuestros huespedes eran republicanos militantes. Nosotros no nos achantamos ante nada, de hecho nos gusta conocer gente de todo tipo y escuchar lo que tengan que decir. Y Grant y Erin eran excelentes personas. Además tengo contrastado que yo con los que me llevo bien es con los míos, con los comunistas-separatistas-malvados, pero a la hora de llevarme bien con gente del PSOE o del PP siempre me he llevado mejor con los del PP , pese a estar a años luz de coincidir políticamente con cualquiera de los bandos.

Grant y Erin tenían una gran casa, con una cama para invitados enooooorme y una piscina con un jacuzzi en el que acababamos todas las noches. A la piscina también le dimos buena cuenta, lo que más hicimos durante nuestra estancia en Dallas fue bañarnos allí, hacía un calor tremendo. Sólo un día fuimos al centro de Dallas y sólo tenía un área interesante que era el llamado West End, el resto eran tres calles con altos edificios de oficinas.

Grant y Erin nos proporcionaron un par de experiencias típicas americanas. La primera, la visita al Rodeo. Lo pasamos pipa. Tiene varias partes, lo más destacado es intentar resistir sobre un toro o potro enfurecido más de ocho segundos. Además de eso tienen carreras de carrozas, “poker de cowboys” (que consiste en quedarse sentados en una mesa a ver quien aguanta más mientras un toro cabreado va corriendo alrededor), coger vacas con lazo y unas pruebas para niños en las que los chavales tienen que mantenerse agarrados a una oveja que sale corriendo.

El Rodeo lleva incluida una cena de barbacoa. La gente va con sombreros de vaquero. Cuando empieza, te dan una charla sobre las tropas de EEUU, luego cantan el himno todos con la mano en el corazón (como anécdota curiosa, mientras una señora en el medio de la arena sostenía una bandera americana sobre un caballo, para dar solemnidad al acto, el animalico se cagaba por la pata abajo al compás de los acordes de tan célebre sonata).

El último día que pasamos con Grant y Erin fuimos a la feria estatal, una gran feria con actividades, juegos y comidas fritas. Lo de las comidas fritas es el principal reclamo de la actividad, y es que lo fríen TODO. Cuando digo todo, digo todo, desde cosas que uno se puede imaginar (salchichas, pollo, bacon) hasta pepinillos (más raro, pero no tanto) y otras inimaginables (helado, galletas, chupa chups). Una locura. Estaba interesante, pero economicamente nos dejó temblando, y es que era carísima.

Como estamos viajando con esto del Driveaway, tenemos tiempos de largas esperas. Esto del driveaway tiene su gracia, pero es un método en decadencia y si no hay más viajeros que se animen a llevar coches, seguramente pronto será algo del pasado. EL motivo es que la gente prefiere pagar más y tener su coche de inmediato que estar esperando a que alguien mueva el coche. Por eso seguimos en el área de Dallas.

Visto que el bebé de Erin y Grant estaba a punto de nacer, para no estar en medio en tan importante momento y no ser una preocupación más, nos buscamos otra anfitriona. Se llama Wendolin, vive en un pueblo cercano a Dallas llamado McKinney. Vive con su padre y en ocasiones con sus hijas y es una fotógrafa.

En el pueblo de McKinney celebraban el Oktoberfest y ahí fuimos nada más llegar. Era surrealista ver a texanos vestidos de tiroleses en un pueblo con cero raíces germánicas. Pero bueno, una excusa para beber cerveza. Fuimos con Wendolin, su amiga Tomeka y la novia de esta, CJ. Nos reconciliamos con las “Tomekas” (la vendedora de nuestro Ford Tempo se llamaba así), ya que esta nueva nos invitó a todo lo invitable.

Acabamos la noche en un campo en un festival de moteros. Con muchas harleys, choppers, bandas de rock y cervezas. Hubo momentos esperpénticos, como un cutre concurso de “Miss Camiseta Mojada” que más que erótico era divertido, aunque más que divertido era patético. En fin, hay que ver de todo en esta vida. Al enterarse de que éramos de fuera, los moteros se alegraron y muchos se acercaron a hablar con nosotros y a ofrecernos cervezas. Así fue nuestro primer festival motero.

Wendolin tiene varios planes para nosotros, entre los que se encuentra comer nuestra primera hamburguesa tras tres semanas. Se dice pronto, pero tres semanas sin hamburguesa por estas tierras es algo complicado.

Poco más que contaros por el momento, ya que seguimos a la espera de coche. A nivel anecdótico, observamos alucinados como empiezan a vender calabazas por todas partes. Están preparando ya como locos el famoso Halloween, una fiesta que tendremos este año la ocasión de vivir en la tierra donde se ha popularizado. Aunque Aurora y yo somos reacios a ponernos el disfraz, nos hace gracia la idea de vivirlo desde dentro, ¿vendrán niños a pedir caramelos y todas esas cosas? Es inevitable estar pensando en eso, ya que es como el Corte Inglés con las navidades, llevan dando la matraca desde hace varias semanas. Esta fiesta y acción de gracias (tercera semana de Noviembre, creo, a mi me hace ilusión lo de comer el pavo) nos valdrán para conocer un poco más de cerca la cultura de aquí. Espero que no sea demasiado grave porque ya empiezo a pensar en inglés y con tanta cosa típica… a ver si me voy a hacer uno de ellos.

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Tres notillas:

1.- Después de mi entrada acerca de que este país se va al garete, el presi Bush dio consternado un mensaje a la nación anunciando la profunda crisis económica y la necesidad de tomar medidas. No seré tan catastrofista, después de todo.

2.- Después de recibir críticas por la caña política que meto de tanto en tanto y siempre con moderación, ha llegado a nuestras manos un bonito video (un beso a sus protagonistas) en el que un chaval, al que por cierto conocimos en La Cañada (ahora Terra Celta, paseo de Marques de Zafra casi esquina con Doctor Esquerdo, buenas cañas, buenas tapas, preguntad por un tal Manolo, vive ahí, os invitará a una ronda si decís que habéis leído eso en este blog), nos pedía que metíesemos más chicha política. En su honor, por ser un gran fan y gran lector y por haber hecho llegar la petición POR VIDEO, el par de meses que nos quedan el tono político subirá en un doscientos por cien. Si queréis contrarrestarlo, enviadme peticiones por video.

3.- Se me olvidó mencionarlo, pero: Tour, Giro y Vuelta en año y medio. Alberto Contador, eres un crack

Carta desde Springfield, Missouri

Queridas amiguitas:

La semana comenzó con el cielo despejado y pudimos investigar un poco la ciudad de Chicago. Al Capone hizo sus negocios allí y lejos de ocultarlo, las oficinas turísticas explotan la imagen del célebre mafioso como uno de los símbolos de la ciudad.

El centro de Chicago, donde transcurren las calles Jackson y State, es una mezcla de tradición y modernidad. Hay gran cantidad de edificios de ladrillo visto que respiran un aire romántico. Van desapareciendo al tiempo que aparecen enormes rascacielos. Al mediodía los ejecutivos salen a comer en los parques o en los restaurantes de comida rápida.

Aurora siguió con sus investigaciones acerca de tejados verdes y transformaciones urbanas. Así visitamos Millenium Park, un parque en el centro de la ciudad que destaca por tener una gran habichuela plateada en la que se reflejan todos los edificios de alrededor. Volvimos a encontrarnos con Jerry en la oficina de medio ambiente. Esta oficina estaba en la planta 25 de un edificio colindante al ayuntamiento. Así pudimos ver el gran tejado verde sobre el tejado de la casa consistorial. No pudimos visitarlo porque hace falta avisar con antelación para preparar todas las medidas de seguridad. Me salen dudas acerca de esto de los tejados verdes, porque los tejados son un espacio inutilizado en las grandes ciudades. Sería útil tener estos tejados verdes y que la gente pueda pasear por ahí y dar uso al espacio.

A veces hay interesantes conexiones en la vida. Por medio de la entrevista que nos hicieron en Radio Euskadi nos escuchó un señor de Bilbao. Este señor de Bilbao resultó ser el padre de Ainhize, una chica de allí que reside en Chicago. Al ver que andábamos por ahí decidió ponerse en contacto con nosotros y nos invitó a comer. Fue una agradable sorpresa, pasamos un rato agradable.

La ciudad de Chicago tiene el mismo modelo de organización que tantas otras ciudades por aquí, es una ciudad diseñada en cuadrícula. Al ser todo tan parecido es complicado encontrar rincones que te den algo diferente. Nosotros encontramos esos rincones en las añejas estaciones de Metro. El Metro es en muchos tramos superficial, transcurre a la misma altura que la cuarta o quinta planta de muchos edificios. Las estaciones son de madera,tienen algo especial, es como retroceder en el tiempo.

Hicimos varios viajes en el tren. El más interesante nos llevó hasta la estación de Linden, en las afueras de la ciudad. En este área residencial tienen uno de los templos bahai del mundo. Jason nos recomendó ir hasta allí y la visita mereció la pena. La religión bahai fue creada en el siglo XIX por un iraní que llegó a la conclusión de que todas las religiones existentes en el mundo tenían una serie de elementos comunes y finalidades similares, por lo que eran estúpidas las luchas religiosas y lo que había que hacer era crear una religión que las uniese. En sus templos pueden meditar todas las personas bahai, pero también gentes de cualquier otra religión. Para unos tiempos en los que las personas no concebían la vida sin religión, el bahaismo fue un noble intento de pacificar las cosas. Esta religión sólo tiene siete enormes templos en el mundo, uno está junto a Chicago y no es demasiado conocido. Tiene una gran cúpula blanca, por dentro es circular. Alrededor tiene grandes jardines, porque los creadores de esta religión consideran que se debe meditar no sólo en el templo sino también en la naturaleza.

La comida en los Estados Unidos es asfixiantemente homogénea, es difícil encontrar novedades locales. En Chicago, aun así, han legado una especialidad al mundo, la llamada “Pizza de Chicago”. No debería llamarse pizza, pero es una delicia. Es una suerte de pastel de queso fundido con salsa de tomate natural y los ingredientes que desees en el interior, tales como champiñónes o espinacas.

Como nuestra intención no era quedarnos a vivir en Chicago, acudimos a la oficina de DriveAway con una doble intención: que nos devolvieran nuestro depósito y que nos proporcionasen un nuevo coche yendo hacia alguna parte. La oficina estaba en una calle llamada Cottage Groove en la que sólo había ciudadanos de raza negra. La segregación racial es bastante potente aunque intenten negarlo, en el barrio que estuvimos éramos los únicos rostropálidos. Nos devolvieron el depósito sin problemas (Amy no se quejó del desconchón en la pintura), pero no tenían coches disponibles para nosotros.

Vista la situación, investigamos acerca de otras oficinas cercanas. Así fue como dimos con nuestros huesos en la ciudad de Milwaukee, dos horas al norte. Allí nos acogió Katherine, profesora universitaria de literatura. No termina ahí su tarea docente, ya que también de clases de salsa. Llegamos temprano a Milwaukee y pudimos pasear por la ciudad. Tiene un área llamada “Third Ward” donde están los edificios antiguos, es el área con más vida. La ciudad es conocida como la ciudad de los cerveceros,debido al gran número de destilerías. Así que era obligado probar una cerveza local, “The Spotted Cow”, una rubia con cuerpo.

Katherine nos invitó a una cena con sus amigos. Cocinó una especialidad brasileña llamada “feijoada”, consistente en frijoles negros cocinados con distintas carnes y arroz. Acompañó la cena con distintos aperitivos y puedo afirmar que es una de las mejores cenas que hemos tenido en todo el viaje. Vinieron varios amigos suyos muy majos, como un chico mexicano admirador del grupo “Parchís”, ahí queda eso.

Fue una pena pasar sólo una noche con ella, pero volvíamos a la carretera. Tras desayunar en una cafetería prototípica, fuimos a la oficina de Driveaway, en la que después de preguntarnos si habíamos estado alguna vez en Europa, nos dieron las llaves de nuestro próximo coche, un Chevrolet Impalla que parece una nave espacial que deberemos dejar en Dallas, Texas.

Así volvimos a la carretera. Con un cable adaptador de MP3 pusimos Obrint Pas y La Polla Records a toda castaña y nos pusimos en marcha dirección a Springfield, Illinois. Es de recibo señalar el Estado porque aquí hay unas cuantas ciudades con el mismo nombre.

En Springfield, Illinois, nos alojaron Jeanette y Eric, que no eran sino los padres de Andy. Andy es un usuario de Couchsurfing que no estaba en su ciudad natal, pero arregló todo para que nos alojasen sus padres. Fueron encantadores, nos llevaron a dar una vuelta por la ciudad, visitamos por nuestra cuenta los jardines memoriales de Lincoln (el presidente Lincoln residió durante mucho tiempo en dicha ciudad) y nos invitaron a cenar una especialidad local, llamada “horseshoe” (herradura), una bomba de patatas fritas con queso fundido, carne y pan tostado, sólo para valientes.

De Springfield, Illinois, vinimos a Springfield, Missouri. Cosa curiosa esa de amanecer en un Springfield e ir a dormir en otro. El camino lo hicimos por la mítica ruta 66, probablemente la carretera más célebre de Estados Unidos. Se trata de una antigua carretera nacional que hacía todo el trayecto desde Chicago hasta Las Vegas. La carretera se fue partiendo en distintos tramos, sucumbiendo bajo distintas autopistas, haciéndose parte de otras nuevas carreteras… el misticismo de la misma ha hecho que muchos quieran recorrerla. En el Estado de Illinois se encargan de señalizarla para que puedas seguir su trayecto original lo máximo posible. La carretera tuvo varias reformas a partir del año 40, por lo que muchas veces puedes optar entre ir por el recorrido más antiguo o por el más moderno. Siempre nos decantábamos por el más antiguo, lo que hacía que muchas veces tuviésemos que ir por carriles diminutos, atravesando muchos pueblos.

Al llegar al Estado de Missouri, la 66 se pierde. Aquí se han preocupado menos de mantenerla con vida. Intentábamos seguirla, pero terminábamos muchas veces en carreteras cerradas.Con gran dolor en el alma tuvimos que despedirnos de ella.

Tras perdernos, como es nuestra costumbre, llegamos en Springfield a casa de Dana y Gary, nuestros nuevos anfitriones. Gary trabaja en el departamento de ventas de una fábrica y Dana está haciendo un doctorado en psicología. Les gusta el buen vino y la comida sana, cosa que agradecemos porque pese a mi amor por lo insano, llega a ser extenuante tanta hamburguesa. Sólo os digo que muchos días hacemos una sola comida y nos sobra.

Como para entregar el coche en Dallas tenemos un día más de lo que pensábamos, decidimos quedarnos un par de noche aquí en Springfield, Missouri. Una ciudad llena de casas familiares con jardín. En el centro hay varias calles con casas victorianas. En una de estas calles hacían una feria , llamada “feria de la sidra” pese a que sólo había dos puestos donde encontrarla.

Carta desde Chicago

Queridas amiguitas:

Últimamente no para de llover. Y parece que esto de escribir cartas mientras llueve es algo muy artístico. Cuantas veces hemos visto la escena en la que la protagonista escribe a su enamorado mientras observa como una gota de lluvia se desliza por el cristal de la ventana. Pues eso.

Iowa City es una ciudad en el estado del mismo nombre que se caracteriza por ser la sede de la universidad estatal. Allí llegamos con “nuestro” Volkswagen Jetta para hacer una de las paradas técnicas de rigor. Tuvimos suerte de nuevo y encontramos quien nos alojase. Lara, una chica de raíces palestinas que estudiaba psicología y al terminar quería cometer la locura de estudiar Derecho. Insensata. Era una chica llena de vitalidad, con una intensa vida militante. Reivindicar lo palestino en los USA es muchas veces dificiles pero a ella no le quedaba otra. Junto a ella y un amigo suyo pasamos una velada muy amena. Eran gente con muchos intereses y proyectos. A su amigo le metimos en la cabeza lo de cogerse un coche de driveaway, quizá a estas alturas anda por alguna carretera local con rumbo incierto.

Si las interestatales americanas son carreteras monótonas, como cualquier autopista, otro gallo nos canta al mentar las carreteras locales. Antes de llegar a Iowa City, descubrimos el pueblo de Winterset. Este pueblo no es un pueblo del montón, no, es el pueblo donde nació “El Duque”, John Wayne. Y bien que se encargan de hacerlo notar. Aquí les va el culto al personaje. Así que tenían museo de John Wayne (en la que fue su casa natal), la calle principal dedicada a tan mítico actor y numerosas fotografías repartidas por distintos rincones. Teniendo el padre que tengo, parar en Winterset era obligatorio.

Las calles de Winterset eran similares a tantas otras calles de tantos otros Estados. Pero tenía un punto diferente. Encontramos lo que tanto buscábamos, una cafetería local. En los Estados Unidos se está produciendo un fenómeno triste. Las localidades medianas y pequeñas se están quedando sin locales familiares o regentados por pequeños empresarios. En cualquier pueblo mediano encuentras un McDonalds y las demás alternativas van cayendo. Así que el local donde se reúnen los vecinos, la cafetería o garito vecinal, algo tan básico en cualquier sociedad que se precie, va desapareciendo. En Winterset no. Tenían más de tres pequeños restaurantes y cafeterías. En el que comimos no tenía precio. Todos estos yankis con gorra y camisa de cuadros, comentando la actualidad informativa. Me hizo una enorme ilusión que en el país capitalista por excelencia quede un rincón como Winterset donde quedan pequeños comercios en pie, donde no todo son multinacionales, donde la gente se reúne en locales donde se conocen unos a otros y conocen al dueño. Será la influencia de John Wayne lo que les hace heroícos.

Después de Iowa City también encontramos localidades interesantes. Llegamos al Estado de Illinois, donde se veían pueblos más prósperos, con gran variedad de cosas y con un aumento absoluto del número de locales con nombre italiano. Cruzamos Indiana y llegamos al Estado de Michigan. Allí nos metimos a investigar los pueblos pegados al lago Michigan, como Michigan City o New Buffalo, donde pasamos la noche. Entre estos dos puntos hay una inmensa cantidad de casas junto al lago, casas preciosas con dueños indudablemente ricos. Tener una mansión tipo Brad Pitt no es algo entre mis prioridades, pero agarrar un pellizco y hacerse con una casa junto a la tranquilidad del lago Michigan, a eso es posible que no me niegue. No negaremos tampoco que los que vivían por ahí tenían una pinta de pijales tremebunda, haciendo un poco de footing y un nuevo deporte para señoras ricas entradas en edad que consiste en andar rápido. Es parecido a la marcha olímpica, pero con menas restricciones reglamentarias (imagino).

En New Buffalo nos alojamos en la mejor habitación hasta el momento. Resulta que encontramos un motel, llamado Judy’s. Preguntamos por el precio y por si tenían Internet, porque de entre todas las noches, esa era la que más nos urgía consultarlo. En las habitaciones de Motel no tenían Internet, pero tenían también camping donde había wi-fi. Pero nosotros no íbamos equipados para el camping. Tenían unas pequeñas habitaciones muy básicas, simplemente literas y nada más, junto a un sitio para hacer una hoguera. No nos parecía muy mal. Y también tenía un pequeño apartamento con baño, cocina, una salita e incluso chimenea. Eso era lo más caro. Según íbamos haciendo preguntas, Rob, que así se llamaba el dueño,nos iba rebajando el precio. Al final nos lo dejó tiradísimo. El primer pensamiento que tuvimos: “Para las horas que son, este ha visto que no viene nadie y prefiere sacarse sus 50 dolares aunque nos metamos en la habitación grande”. De primeras somos maliciosos, pero la verdad es que repensado te dabas cuenta de que el tío, que parecía muy majo, era un buenazo, porque nosotros nos habríamos ido encantados al sitio de las literas y habríamos pagado igual, el se habría llevado el dinero y sin problemas, y aun así decidió dejarnos la habitación más grande. Aplauso pues para el hostelero más majo (hasta la fecha) que hemos encontrado por estos lares.

A mediados de semana llegó el momento que temíamos, el de devolver a nuestro querido Jetta a su dueña. Aurora ya se había hecho a los controles y yo me había hecho al cómodo (y reclinable) asiento de copiloto. Por la mañana antes de dejar el coche lo llevamos a un lugar de lavado a mano. El coche estaba lleno de roña y al limpiarlo descubrimos que tenía un interesante desconchón en la pintura. A estas alturas no sabemos si su dueña se habrá quejado de algo y si eso repercutirá en nuestro deposito. Informaremos. Sea como sea, el coche lo dejamos sano y salvo en Ann Arbor.

En la ciudad de Ann Arbor nos alojaba Thom. Un estudiante de Filosofía, Ciencias Políticas y Francés (aquí puedes mezclar muchas materias). Además de estudiar francés era un total francófilo, quería vivir en Francia o Suiza. Como persona, era encantador, muy atento, agradabilísimo. La ciudad de Ann Arbor es también sede universitaria y su vida transcurre en torno al campus. Tenía muchas más cosas que Iowa City y el campus era más bonito. Por lo visto estaba inspirado en los campus ingleses, tenía un aspecto muy europeo. Tiene el auditorio con mejor sonoridad de Estados Unidos y un impresionante parque llamado “The Arbs” que más bien parece un bosque. Para no renegar de lo mío, confesaré que visité la biblioteca de Derecho, que es algo que hago cuando tengo la oportunidad porque en el fondo me gusta ver a la gente clavando codos y me entra incluso cierta nostalgia de las horas de biblioteca. Aunque para bibliotecas, lo destacado era la biblioteca general de la universidad, ocho pisos con una cantidad enorme de libros. Que pena no poder leerlos todos.

Thom era semivegetariano (comía pescado) y nos hizo una lasagna con espinacas y tofu que era para quitarse el sombrero. También era amante del vino y nos dio a probar más de una botella distinta. ¡Así es dificil no hacerse amigos!

De Ann Arbor vinimos a Chicago. Retrocedimos varios cientos de kilómetros hacia el Oeste en un autobús lleno de estudiantes que se iban de fin de semana. A destacar la re-pija sentada tras nosotros, que decía “Oh my gosh” cada dos minutos (sí, gosh y no god) y comentaba a voces mientras hablaba por teléfon que por un lado tenía a sus amigos del campus y a su nueva alma gemela, su compañera de habitación, y por otro lado a la gente latina, la coolest people que te puedes encontrar en esta vida. Esta gente adinerada cuando se hace amiga de un pobre se sienten como Elliot y su amistad con ET, algo inaudito y apasionante.

¿Qué nos trae a Chicago? Básicamente, los tejados verdes. Un tejado verde consiste en organizar una especie de jardín en los tejados de los edificios, de forma que reduce la contaminación, es más agradable estéticamente, regula la temperatura interior y otra serie de ventajas. Aurora está particularmente interesada en la materia y había una serie de conexiones que había que explotar. No se si os acordáis de nuestra estancia en Fukui. Allí conocimos a una chica llamada Sara que era de Chicago, puso en contacto cibernético a Aurora con Jerry, un amigo suyo que trabaja en el departamento de Medio Ambiente de Chicago. Se cruzaron varios emails de información acerca de los tejados verdes. Una vez llegados a Chicago, había que contactar con Jerry. Así que eso hicimos, contactamos con el. Jerry fue todo simpatía y atención hacia nosotros, nos organizó una visita al museo de ciencias naturales y a su tejado verde, tejado al que no mucha gente puede acceder. Además nos explicó distintos proyectos que tienen en su departamento para recuperar algunos ecosistemas o para hacer de Chicago una ciudad más verde. Parece que se lo toman bastante en serio, por lo visto el alcalde de la ciudad está verdaderamente comprometido con esta causa.
Paralelamente a Jerry, en Chicago tenemos también un anfitrión: Jason. Jason vive en un área llamada Franklin Park, juega al fútbol normal, habla castellano con un nivel bastante alto y es un amante de la música.

¿Os gusta la cerveza? – Nos preguntó al llegar
Sí, claro

Así conocimos un nuevo mundo, el mundo de su nevera, una nevera llena de cervezas de distinto tipo. En EEUU nos hemos llevado una sorpresa con el tema cervecero. Pensábamos que se limitaban a cervezas tipo Lager, que son las que se beben en Castilla. Si allí tenemos la Mahou (cerveza mediocre que se convierte en celestial cuando es una cañita bien tirada, ¡magia!) o la Cruzcampo, pensaba que aquí se limitaban a la Miller, Budweiser y demás. La sorpresa es que su nivel cervecero SUPERA al alemán y se ACERCA al belga. La cantidad de marcas es abismal, tienen una gran cultura de la cerveza local y las pequeñas destilerías por encima de las marcas más industriales, tienen una gran cantidad de tipos de cerveza y hay multitud de establecimientos donde venden todo tipo de marcas. De la mano de Jason nos adentramos en un mundo apasionante de zumo de cebada (siempre con moderación), sin duda la mayor sorpresa gastronómica que nos hemos llevado en este país.

Junto a su amigo Rob, Jason canta canciones mexicanas y cubanas. Escuchar a este par de gringos cantar “Guadalajara” no tiene precio. Aquí en EEUU se lleva lo que llaman el “open mic”, micrófono abierto. Vas a un bar y te pones a cantar. Decidieron que ayer era el momento para hacer una demostración y se plantaron con sus guitarras en el bar “Weeds”. La fauna de este bar era similar a la del glorioso “Café Doré”. Su sueño, un tal Sergio, era un tipo enorme con un peto vaquero y gafas de sol, tenía una busto suyo que era idéntico. En este bar había un loco poniendo videos de los Rolling Stones del año de Mari Castaña, intercalado con videos en los que a Mimi Rogers completamente desnuda le daban un masaje. Fauna local. El concierto se escuchó de Rob y Jason se escuchó de aquella manera,pero lo importante fue pasar un buen rato.

Otro agradable descubrimiento de estas tierras es el “garito americano”. Es un bar que está a medio camino entre nuestros bares de toda la vida y nuestros pubs. Abren a las 3 o 4 de la tarde y cierran a media noche o algo más tarde, de Lunes a Domingo. No son bares para el fin de semana con copas a precios abusivos, son antros oscuros en los que en líneas generales dan mucha importancia a la música, con mesas donde apoyar el codo y pasar un rato tranquilo. Por atmósfera no es como nuestros bares de tapas, por precios, tipo de gente que va, actitud y demás no es tampoco como nuestros pubs. Es un punto intermedio y necesario, complementario a lo que tenemos allí por Europa del Sur.

Carta desde Lincoln, Nebraska

Queridas amiguitas:

Como sabéis, terminó nuestra estancia de dos semanas en San Francisco, una estancia que ha durado el triple de lo que pensábamos.

Comenzamos la semana con muchas energías de cara a continuar nuestro viaje. Decidimos que para mediados-finales de la misma, abandonaríamos la ciudad pasase lo que pasase y seguiríamos hacia delante.

Nuestro primer plan era intentar el driveaway, que como sabéis es lo que ha salido hacia delante. Pero se nos pasaron por la cabeza varias alternativas, a saber:

1) El gran viajero Jorge Sánchez tenía pensado pasar por la ciudad y dirigirse rumbo a México en el coche de no-se-quien. Resulta también que se ha ido a vivir a México un amiguete, Pedro. Así que nuestra alternativa principal si salía mal lo del driveaway era esta.

2) Comprar unas bicicletas y dirigirnos a pelo a Nueva York. No os hemos contado que la semana pasada asistimos a la “masa crítica” que es una manifestación ciclista, de mano de nuestro viejo conocido Colin, que ahora vive en San Francisco. Allí vimos que necesitábamos algo de entrenamiento, pero que teníamos capacidad para ir tirando. Era la opción suicida para seguir adelante.

Os cuento las hipótesis porque siempre está bien fantasear pensando en qué hubiera sucedido si nos hubiésemos decantado por otras alternativas. Pero al final salió adelante el driveaway.

Algo que notamos es que sentíamos mucha presión en San Francisco por el hecho de no estar en nuestra casa. Jon nos dijo que sin problemas nos quedásemos hasta que todo se resolviese, pero la sensación de seguir allí día tras día, en una casa que no es la nuestra, nos estaba generando mucho dolor de cabeza. Quizá sea una presión injustificada, pero he tomado la determinación de que en adelante, si en cualquier ciudad tenemos que quedarnos más tiempo del previsto, nos iremos a un hotel barato y santas pascuas, para no estar abusando de la hospitalidad ajena.

Los últimos días en San Francisco fueron más tranquilos, puesto que ya estábamos liberados mentalmente al haber decidido que nos iríamos pasase lo que pasase. Uno de los días fuimos a una de las nombradas 100 mejores hamburgueserías de Estados Unidos. Estando en el país de la carne picada, había que ir sí o sí. El sitio se llamaba “Joe’s” y puedo afirmar que es una de las mejores hamburguesas que he tomado en mi vida, con toda esa cebolla pochadita por encima… los más puristas suelen considerar a las hamburguesas carne de segunda. Desde luego comparadas con un buen chuletón a la piedra o un cordero de Aranda del Duero, las hamburguesas están en un nivel inferior. Pero menospreciarlas tiene peligro, a fuerza de comer muchas me he dado cuenta de que tienen cierto arte y cierta complicación, la mayoría son mediocres y cuando encuentras una excelente la aprecias de verdad (los que estáis en Madrid, a qué esperáis para reservar mesa en Alfredo’s Barbacoa, las mejores hamburguesas de la ciudad).

Vino una chiquita francesa, Elsa, bastante maja y junto a ella y Jon dimos bastantes vueltas. Con una amiga de Jon, Erin, fuimos a un pueblo llamado King Mountain donde paseamos por el bosque y respiramos algo de aire puro.

El último día fuimos todos a casa de otro chico de couchsurfing, Zach, vegetariano militante que se encarga de difundir su modo de vida celebrando deliciosas cenas en su casa. Siempre riza el rizo porque a recetas cárnicas les da la vuelta de tuerca, las “traduce” al mundo verde y suele quedar bien. Tenía un huesped anglo-asturiano (casi nada) llamado Julián, especialista en cocinar Risottos. Hicieron la versión vegetariana y fue una de las mejores comidas que hemos tomado ultimamente.

Por la mañana del miércoles nos fuimos del que ya era “nuestro” barrio. Aunque no sabíamos si habría problemas de última hora, ya estaba decidido que nos íbamos. Nos dio mucha pena despedirnos de Jon, ya nos habíamos acostumbrado a convivir con el y fue una estancia agradable. Jon es un tipo serio, de pocas palabras, aunque cuando se suelta tiene un gran sentido del humor. Es más una persona de acción que de verbo, aunque no exprese lo que quiere hacer, siempre está pensando en planes interesantes y su forma de demostrarlos es ejecutándolos. Así nos llevó a la montaña, a la playa, a varias cenas, al Benders (el bar del barrio)…

La compañía del driveaway estaba algo lejos, en realidad fuera de San Francisco. Nos fuimos hasta allí y en una hora resolvimos todo el papeleo pertinente. Nuestra misión: llevar un Volkswagen Jetta hasta Ann Arbor, Michigan. Aurora sería la conductora. Mi impericia al volante y mi falta de licencia me adjudicaban el papel de estudiarme mapas e ir guiando. Equipo Actimel. Para demostrar nuestras dotes, nada más salir de la oficina de driveaway… nos perdimos. No pasa nada, en seguida nos pusimos en la ruta adecuada.

Así empezó nuestro periplo por las carreteras norteamericanas, que por cierto están generalmente en mal estado. Tanto es así que cada dos por tres hay carteles de “adopte una autopista”. Esta campaña consiste en que una empresa o un particular pagan una cantidad X, por lo que vas leyendo estos cartelitos y debajo el nombre (o logo) de la empresa o individuo que han hecho su aporte económico. Otros carteles están vacantes. A nosotros nos están dando ganas de adoptar una, aunque no sabemos cuál.

Los cambios de paisaje que vamos experimentando son cosa fina. Este país, a efectos de naturaleza, es asombroso. Las carreteras larguísimas con increíbles paisajes a los lados… California se caracterizaba por ser muy seco. Nevada, directamente seco.

La compañía de DriveAway te da un recorrido aconsejado para hacer. Nosotros lo seguimos en un 80%. El otro 20% son rutas secundarias que transcurren paralelas a las autopistas o que atravesando terreno distinto conducen al mismo punto. Así llegamos al impresionante lago Tahoe, concretamente al pueblo de King Beach, un pueblo de ensueño. Un lago, casitas, bosque… la carretera 431, que es la que enlaza de nuevo con la autopista, transcurre por una increíble montaña boscosa. Vale la pena desviarse, tanto en los EEUU como en Castilla.

Una vez en Nevada, comenzaba el desierto, como ya he dicho, y los casinos. Especialmente junto al borde que separa ambos Estados, para que los californianos puedan ir y volver y jugar legalmente. Están anunciados por todas partes, es el principal reclamo del estado.

La primera noche la pasamos en un pueblecito llamado Lovelock, en el que fue nuestro primer motel del viaje. Ya sabéis, estos moteles de una sola planta con forma de U y las habitaciones a pie de calle. Yo dormí del tirón, a Aurora le costó un poco porque parece que se imaginaba a Javier Bardem con el pelo a lo Principe de Beukelaer.

Al amanecer continuamos hacia Salt Lake City en lo que sería el tramo más largo que hemos hecho. Nos quedamos hipnotizados con las inmensas cantidades de NADA que veíamos a los lados. Nevada es la nada más grande que he visto jamás. Las carreteras estaban adornadas con un interesante cartel que decía “Zona de Prisión. Prohibido hacer autostop”. Mensaje muy sutil.

En tantas horas de coche, como es de imaginar nos entretiene muchísimo la radio. Es muy fácil encontrar cadenas de rock, tanto actual como clásico, lo cuál da un punto a favor de los EEUU, toma chance. Si no encuentras eso, encuentras country, especialmente conforme avanzas hacia el llamado Medio Oeste. Lo demás, radios latinas con corridos y rancheras, agradable un rato, cansa si te excedes. También radios bíblicas, bastante aburridas, y debates políticos, los seguimos a ratos. Escuchando los anuncios te das cuenta de lo individualista que es este país. Se centra todo en el individuo, se idolatra al individuo. Anuncien lo que anuncien, más de la mitad de las veces habla un tipo, el presidente de la empresa o jefe del negocio, y se encargan bien de repetir su nombre varias veces y su cargo.

A Salt Lake City llegamos ya cuando oscurecía y nos fue muy dificil encontrar hostal. Por suerte es un fortín mormón y la ciudad está bastante muerta, por lo que la tranquilidad está bastante asegurada. Paseamos un rato y vimos de lejos una especie de gran templo de Dios, pero poco más. Y es que no había mucho más que ver. Nos tenemos que acostumbrar a los horarios de este país. En una ciudad como San Francisco, a cualquier hora puedes hacer cualquier cosa. Pero conforme avanzas es difícil ver cosas abiertas más tarde de las 8. Hay que tener en cuenta esto para planificarse.

Nos llama la atención, estando en ruta, los pueblos que visitamos, en los que paramos para comer. Nunca nos metemos en las cadenas de restaurantes de autopista, lo que hacemos es rebuscar por el primer pueblo que encontramos. Así hemos conocido Wells (Nevada) o Green River (Wyoming). Son interesantes estos pueblos por todas las veces que los hemos visto en las películas. Estas casas una junto a otra con su jardincito, con el instituto y el símbolo del equipo de fútbol americano o baloncesto, .. conforme avanzas hacia el centro del país, ves más y más la casa típica con un porchecillo y una abuela en la mecedora que en cualquier momento va a hacer valer su condición de socia de la NRA y te va a sacar una escopeta. Tiene su gracia verlo.

Notamos al llegar al estado de Wyoming que el acento cambia terriblemente, pero nos intentamos reponer. Lo malo es que esto nos causa una importante desorientación. En nuestra tercera noche llegamos al pueblo de Rawlins. Pensamos que habría moteles como en todas partes. Y como en todas partes hay muchas cadenas de moteles que aquí son medianamente conocidas. Estas suelen representar la opción cara. Llegamos a un motel que no era de una cadena y estaba lleno, así que preguntamos al dueño por otra alternativa alejada de las cadenas. El dueño me respondió amablemente, pero no le entendí ni la mitad. Así que acabamos perdidos. Al final encontramos una opción intermedia, aunque más cara de lo que nos esperábamos. Del pueblo de Rawlins lo más destacable es la cantidad de ciervos que van pululando sueltos por en medio.

Al hilo de esto de los moteles, he descubierto otra cosa con la que sintonizo con los yankis (la primera era, si os acordáis, la inmensa cantidad de emisoras de rock) es con lo interiorizado que tienen el “Road Trip”. Para los estadounidenses esto es algo bastante habitual. Coger el coche e ir de punta a punta del país, metiéndose en pueblos aleatorios a ver que se cuece. Aunque para ellos es lo más normal, para mi es lo único interesante del viaje, meterte en cualquier sitio a ver que pasa. Muchas veces me dice la gente que claro, que con las distancias que tienen aquí eso es fácil. Para mi las distancias son un problema mental que tenemos por la cantidad de Estados. La gente me dice que en España no se puede concebir esto porque de punta a punta del Estado tardas diez horas y no da para un viaje mítico. A parte de que puedes hacer círculos, tenemos toda Europa para recorrer y ver que hay por ahí. Yo no tengo el carnet de conducir por mi torpeza y su confluencia con otros factores en el pasado, pero la verdad es que me dan ganas de sacarme el carnet de moto y lanzarme a investigar carreteras. Digo lo de la moto porque aquí se ven cantidad de moteros de estos molones, con Harleys, Triumphs, Choppers y similares, que van recorriendo caminos sin pisar mucho el acelerador. Los prefiero a los moteros Kawasaki que tenemos por Castilla que se dedican a ir a 250km por hora, grabarlo y ponerlo en youtube.

Una cosa que hemos descubierto es que lo conocido tradicionalmente como el salvaje Oeste son estos estados como Wyoming y Nebraska. Nosotros pensábamos que el salvaje Oeste era el Oeste puro, por pura lógica geográfica. Pero si pensamos en los europeos que llegaban a la costa Este, todo cobra sentido. La gente se asentaba en ciudades como Nueva York o Boston y desde ahí iban hacia el Oeste. Por eso lo que ahora llaman “Medio Oeste” es lo que era para ellos el Salvaje Oeste. Aquí la gente tiene un acento terrible, está todo lleno de vacas, paja y gente con sombreros. Aquí es donde están los cowboys. Sólo remarcar que uno de los símbolos de Wyoming es la silueta de un vaquero domando un búfalo.

Como os decíamos, solemos tomar carreteras secundarias cuando es posible. Esto nos proporciona vista de increíbles paisajes y también ver la América profundísima. Así llegamos ayer a Nebraska. Comimos en el pueblo de Chappel. Hamburguesa, que es lo que más encuentras. Es verdaderamente dificil encontrar comida sana por aquí. Y no es que me disguste lo insano, todo lo contrario, pero intentas tomar algo de verdura o ensalada y es muy complicado. Esto está lleno de gente gorda. Y no hablo de gente que pesa 120 kilos, que es un sobrepeso al que estamos acostumbrados en Madrid. No, eso no es nada. Aquí ves familias que pasan todos de los 150 kilos y niños que están tremendos. Los metabolismos son diferentes en todas partes, hay gente que tenemos más propensión a engordar, entre los que me incluyo, comamos lo que comamos, mientras que otros tienen propensión a adelgazar. El asunto aquí es que no hay alternativa, encuentras por todas partes porciones de pizza enormes, hamburguesas, batidos de helado, burritos, patatas fritas…

Pasamos la noche en el pueblo de North Platte, que se caracteriza por ser el sitio donde tenía su rancho Buffalo Bill. Y porque esto es verdaderamente lo profundo de lo profundo. Los típicos americanos que llevan petos vaqueros, gorra y camioneta, que son más paletos que Marianico el Corto… aquí están todos. Las ciudades están mal diseñadas, todo el mundo se desplaza en coche, se les va a venir todo abajo porque no tienen alternativas y el petroleo se acaba… el tema es que no hay nada diseñado para el peatón. Íbamos paseando por la ciudad y la gente nos pitaba con el claxón, como de cachoneo porque no íbamos en coche… aquí apenas conciben que vayas andando de un sitio a otro. Otro hito destacado de nuestra noche en North Platte fue que visitamos nuestro primer Wal-Mart. Son superficies tipo “Alcampo” en las que hay de todo y que están por todas partes. No tienen nada especial, de hecho son una mierda, pero es algo típico de estos lares.

Esta tarde hemos llegado a Lincoln, Nebraska, donde nos acoge Eileen, una chica de couchsurfing de 78 primaveras. Voy a decirle a mis abuelas que se apunten. Eileen vive en una casa de estas americanas de madera que tanto vemos en la tele y que es una pasada. Nos ha hecho un tour por la ciudad. Aqui hay ademas otra pareja de viajeros, Rob y Anna, que han viajado por mucho mundo.

En la radio y en la tele se va notando que se acercan las elecciones presidenciales. Como dato curioso, en California veíamos mayoría inmensa de pegatinas de Obama y conforme avanzamos hacia el gran medio Oeste vemos cada vez más pegatinas de McCain. No creo que cambie nada demasiado gane quien gane. Pero veo a Obama en la televisión y parece sin duda una persona carismática. McCain y su vicepresidenta Palin tienen un mensaje esencial del miedo. Sólo meter miedo a todos con todo lo que va a pasar. Yo no votaría a ninguno, pero la verdad es que Obama me parece a priori, por lo que veo en la tele, más racional. Los otros, unos asustaniños, y en este país son muy niños aunque tengan 50 años. Hay otro candidato presidencial, por cierto, que se llama Ron Paul y que cuenta con mucha simpatía por estos estados del Medio Oeste. De todas maneras, que nadie se ilusione demasiado con Obama, que nadie se olvide quienes son aqui los liberales. La eleccion Obama-McCain no es analoga a Zapatero-Rajoy, sino a Rajoy-Acebes. Que nadie se olvide.