Queridas amiguitas:
Como sabéis, terminó nuestra estancia de dos semanas en San Francisco, una estancia que ha durado el triple de lo que pensábamos.
Comenzamos la semana con muchas energías de cara a continuar nuestro viaje. Decidimos que para mediados-finales de la misma, abandonaríamos la ciudad pasase lo que pasase y seguiríamos hacia delante.
Nuestro primer plan era intentar el driveaway, que como sabéis es lo que ha salido hacia delante. Pero se nos pasaron por la cabeza varias alternativas, a saber:
1) El gran viajero Jorge Sánchez tenía pensado pasar por la ciudad y dirigirse rumbo a México en el coche de no-se-quien. Resulta también que se ha ido a vivir a México un amiguete, Pedro. Así que nuestra alternativa principal si salía mal lo del driveaway era esta.
2) Comprar unas bicicletas y dirigirnos a pelo a Nueva York. No os hemos contado que la semana pasada asistimos a la “masa crítica” que es una manifestación ciclista, de mano de nuestro viejo conocido Colin, que ahora vive en San Francisco. Allí vimos que necesitábamos algo de entrenamiento, pero que teníamos capacidad para ir tirando. Era la opción suicida para seguir adelante.
Os cuento las hipótesis porque siempre está bien fantasear pensando en qué hubiera sucedido si nos hubiésemos decantado por otras alternativas. Pero al final salió adelante el driveaway.
Algo que notamos es que sentíamos mucha presión en San Francisco por el hecho de no estar en nuestra casa. Jon nos dijo que sin problemas nos quedásemos hasta que todo se resolviese, pero la sensación de seguir allí día tras día, en una casa que no es la nuestra, nos estaba generando mucho dolor de cabeza. Quizá sea una presión injustificada, pero he tomado la determinación de que en adelante, si en cualquier ciudad tenemos que quedarnos más tiempo del previsto, nos iremos a un hotel barato y santas pascuas, para no estar abusando de la hospitalidad ajena.
Los últimos días en San Francisco fueron más tranquilos, puesto que ya estábamos liberados mentalmente al haber decidido que nos iríamos pasase lo que pasase. Uno de los días fuimos a una de las nombradas 100 mejores hamburgueserías de Estados Unidos. Estando en el país de la carne picada, había que ir sí o sí. El sitio se llamaba “Joe’s” y puedo afirmar que es una de las mejores hamburguesas que he tomado en mi vida, con toda esa cebolla pochadita por encima… los más puristas suelen considerar a las hamburguesas carne de segunda. Desde luego comparadas con un buen chuletón a la piedra o un cordero de Aranda del Duero, las hamburguesas están en un nivel inferior. Pero menospreciarlas tiene peligro, a fuerza de comer muchas me he dado cuenta de que tienen cierto arte y cierta complicación, la mayoría son mediocres y cuando encuentras una excelente la aprecias de verdad (los que estáis en Madrid, a qué esperáis para reservar mesa en Alfredo’s Barbacoa, las mejores hamburguesas de la ciudad).
Vino una chiquita francesa, Elsa, bastante maja y junto a ella y Jon dimos bastantes vueltas. Con una amiga de Jon, Erin, fuimos a un pueblo llamado King Mountain donde paseamos por el bosque y respiramos algo de aire puro.
El último día fuimos todos a casa de otro chico de couchsurfing, Zach, vegetariano militante que se encarga de difundir su modo de vida celebrando deliciosas cenas en su casa. Siempre riza el rizo porque a recetas cárnicas les da la vuelta de tuerca, las “traduce” al mundo verde y suele quedar bien. Tenía un huesped anglo-asturiano (casi nada) llamado Julián, especialista en cocinar Risottos. Hicieron la versión vegetariana y fue una de las mejores comidas que hemos tomado ultimamente.
Por la mañana del miércoles nos fuimos del que ya era “nuestro” barrio. Aunque no sabíamos si habría problemas de última hora, ya estaba decidido que nos íbamos. Nos dio mucha pena despedirnos de Jon, ya nos habíamos acostumbrado a convivir con el y fue una estancia agradable. Jon es un tipo serio, de pocas palabras, aunque cuando se suelta tiene un gran sentido del humor. Es más una persona de acción que de verbo, aunque no exprese lo que quiere hacer, siempre está pensando en planes interesantes y su forma de demostrarlos es ejecutándolos. Así nos llevó a la montaña, a la playa, a varias cenas, al Benders (el bar del barrio)…
La compañía del driveaway estaba algo lejos, en realidad fuera de San Francisco. Nos fuimos hasta allí y en una hora resolvimos todo el papeleo pertinente. Nuestra misión: llevar un Volkswagen Jetta hasta Ann Arbor, Michigan. Aurora sería la conductora. Mi impericia al volante y mi falta de licencia me adjudicaban el papel de estudiarme mapas e ir guiando. Equipo Actimel. Para demostrar nuestras dotes, nada más salir de la oficina de driveaway… nos perdimos. No pasa nada, en seguida nos pusimos en la ruta adecuada.
Así empezó nuestro periplo por las carreteras norteamericanas, que por cierto están generalmente en mal estado. Tanto es así que cada dos por tres hay carteles de “adopte una autopista”. Esta campaña consiste en que una empresa o un particular pagan una cantidad X, por lo que vas leyendo estos cartelitos y debajo el nombre (o logo) de la empresa o individuo que han hecho su aporte económico. Otros carteles están vacantes. A nosotros nos están dando ganas de adoptar una, aunque no sabemos cuál.
Los cambios de paisaje que vamos experimentando son cosa fina. Este país, a efectos de naturaleza, es asombroso. Las carreteras larguísimas con increíbles paisajes a los lados… California se caracterizaba por ser muy seco. Nevada, directamente seco.
La compañía de DriveAway te da un recorrido aconsejado para hacer. Nosotros lo seguimos en un 80%. El otro 20% son rutas secundarias que transcurren paralelas a las autopistas o que atravesando terreno distinto conducen al mismo punto. Así llegamos al impresionante lago Tahoe, concretamente al pueblo de King Beach, un pueblo de ensueño. Un lago, casitas, bosque… la carretera 431, que es la que enlaza de nuevo con la autopista, transcurre por una increíble montaña boscosa. Vale la pena desviarse, tanto en los EEUU como en Castilla.
Una vez en Nevada, comenzaba el desierto, como ya he dicho, y los casinos. Especialmente junto al borde que separa ambos Estados, para que los californianos puedan ir y volver y jugar legalmente. Están anunciados por todas partes, es el principal reclamo del estado.
La primera noche la pasamos en un pueblecito llamado Lovelock, en el que fue nuestro primer motel del viaje. Ya sabéis, estos moteles de una sola planta con forma de U y las habitaciones a pie de calle. Yo dormí del tirón, a Aurora le costó un poco porque parece que se imaginaba a Javier Bardem con el pelo a lo Principe de Beukelaer.
Al amanecer continuamos hacia Salt Lake City en lo que sería el tramo más largo que hemos hecho. Nos quedamos hipnotizados con las inmensas cantidades de NADA que veíamos a los lados. Nevada es la nada más grande que he visto jamás. Las carreteras estaban adornadas con un interesante cartel que decía “Zona de Prisión. Prohibido hacer autostop”. Mensaje muy sutil.
En tantas horas de coche, como es de imaginar nos entretiene muchísimo la radio. Es muy fácil encontrar cadenas de rock, tanto actual como clásico, lo cuál da un punto a favor de los EEUU, toma chance. Si no encuentras eso, encuentras country, especialmente conforme avanzas hacia el llamado Medio Oeste. Lo demás, radios latinas con corridos y rancheras, agradable un rato, cansa si te excedes. También radios bíblicas, bastante aburridas, y debates políticos, los seguimos a ratos. Escuchando los anuncios te das cuenta de lo individualista que es este país. Se centra todo en el individuo, se idolatra al individuo. Anuncien lo que anuncien, más de la mitad de las veces habla un tipo, el presidente de la empresa o jefe del negocio, y se encargan bien de repetir su nombre varias veces y su cargo.
A Salt Lake City llegamos ya cuando oscurecía y nos fue muy dificil encontrar hostal. Por suerte es un fortín mormón y la ciudad está bastante muerta, por lo que la tranquilidad está bastante asegurada. Paseamos un rato y vimos de lejos una especie de gran templo de Dios, pero poco más. Y es que no había mucho más que ver. Nos tenemos que acostumbrar a los horarios de este país. En una ciudad como San Francisco, a cualquier hora puedes hacer cualquier cosa. Pero conforme avanzas es difícil ver cosas abiertas más tarde de las 8. Hay que tener en cuenta esto para planificarse.
Nos llama la atención, estando en ruta, los pueblos que visitamos, en los que paramos para comer. Nunca nos metemos en las cadenas de restaurantes de autopista, lo que hacemos es rebuscar por el primer pueblo que encontramos. Así hemos conocido Wells (Nevada) o Green River (Wyoming). Son interesantes estos pueblos por todas las veces que los hemos visto en las películas. Estas casas una junto a otra con su jardincito, con el instituto y el símbolo del equipo de fútbol americano o baloncesto, .. conforme avanzas hacia el centro del país, ves más y más la casa típica con un porchecillo y una abuela en la mecedora que en cualquier momento va a hacer valer su condición de socia de la NRA y te va a sacar una escopeta. Tiene su gracia verlo.
Notamos al llegar al estado de Wyoming que el acento cambia terriblemente, pero nos intentamos reponer. Lo malo es que esto nos causa una importante desorientación. En nuestra tercera noche llegamos al pueblo de Rawlins. Pensamos que habría moteles como en todas partes. Y como en todas partes hay muchas cadenas de moteles que aquí son medianamente conocidas. Estas suelen representar la opción cara. Llegamos a un motel que no era de una cadena y estaba lleno, así que preguntamos al dueño por otra alternativa alejada de las cadenas. El dueño me respondió amablemente, pero no le entendí ni la mitad. Así que acabamos perdidos. Al final encontramos una opción intermedia, aunque más cara de lo que nos esperábamos. Del pueblo de Rawlins lo más destacable es la cantidad de ciervos que van pululando sueltos por en medio.
Al hilo de esto de los moteles, he descubierto otra cosa con la que sintonizo con los yankis (la primera era, si os acordáis, la inmensa cantidad de emisoras de rock) es con lo interiorizado que tienen el “Road Trip”. Para los estadounidenses esto es algo bastante habitual. Coger el coche e ir de punta a punta del país, metiéndose en pueblos aleatorios a ver que se cuece. Aunque para ellos es lo más normal, para mi es lo único interesante del viaje, meterte en cualquier sitio a ver que pasa. Muchas veces me dice la gente que claro, que con las distancias que tienen aquí eso es fácil. Para mi las distancias son un problema mental que tenemos por la cantidad de Estados. La gente me dice que en España no se puede concebir esto porque de punta a punta del Estado tardas diez horas y no da para un viaje mítico. A parte de que puedes hacer círculos, tenemos toda Europa para recorrer y ver que hay por ahí. Yo no tengo el carnet de conducir por mi torpeza y su confluencia con otros factores en el pasado, pero la verdad es que me dan ganas de sacarme el carnet de moto y lanzarme a investigar carreteras. Digo lo de la moto porque aquí se ven cantidad de moteros de estos molones, con Harleys, Triumphs, Choppers y similares, que van recorriendo caminos sin pisar mucho el acelerador. Los prefiero a los moteros Kawasaki que tenemos por Castilla que se dedican a ir a 250km por hora, grabarlo y ponerlo en youtube.
Una cosa que hemos descubierto es que lo conocido tradicionalmente como el salvaje Oeste son estos estados como Wyoming y Nebraska. Nosotros pensábamos que el salvaje Oeste era el Oeste puro, por pura lógica geográfica. Pero si pensamos en los europeos que llegaban a la costa Este, todo cobra sentido. La gente se asentaba en ciudades como Nueva York o Boston y desde ahí iban hacia el Oeste. Por eso lo que ahora llaman “Medio Oeste” es lo que era para ellos el Salvaje Oeste. Aquí la gente tiene un acento terrible, está todo lleno de vacas, paja y gente con sombreros. Aquí es donde están los cowboys. Sólo remarcar que uno de los símbolos de Wyoming es la silueta de un vaquero domando un búfalo.
Como os decíamos, solemos tomar carreteras secundarias cuando es posible. Esto nos proporciona vista de increíbles paisajes y también ver la América profundísima. Así llegamos ayer a Nebraska. Comimos en el pueblo de Chappel. Hamburguesa, que es lo que más encuentras. Es verdaderamente dificil encontrar comida sana por aquí. Y no es que me disguste lo insano, todo lo contrario, pero intentas tomar algo de verdura o ensalada y es muy complicado. Esto está lleno de gente gorda. Y no hablo de gente que pesa 120 kilos, que es un sobrepeso al que estamos acostumbrados en Madrid. No, eso no es nada. Aquí ves familias que pasan todos de los 150 kilos y niños que están tremendos. Los metabolismos son diferentes en todas partes, hay gente que tenemos más propensión a engordar, entre los que me incluyo, comamos lo que comamos, mientras que otros tienen propensión a adelgazar. El asunto aquí es que no hay alternativa, encuentras por todas partes porciones de pizza enormes, hamburguesas, batidos de helado, burritos, patatas fritas…
Pasamos la noche en el pueblo de North Platte, que se caracteriza por ser el sitio donde tenía su rancho Buffalo Bill. Y porque esto es verdaderamente lo profundo de lo profundo. Los típicos americanos que llevan petos vaqueros, gorra y camioneta, que son más paletos que Marianico el Corto… aquí están todos. Las ciudades están mal diseñadas, todo el mundo se desplaza en coche, se les va a venir todo abajo porque no tienen alternativas y el petroleo se acaba… el tema es que no hay nada diseñado para el peatón. Íbamos paseando por la ciudad y la gente nos pitaba con el claxón, como de cachoneo porque no íbamos en coche… aquí apenas conciben que vayas andando de un sitio a otro. Otro hito destacado de nuestra noche en North Platte fue que visitamos nuestro primer Wal-Mart. Son superficies tipo “Alcampo” en las que hay de todo y que están por todas partes. No tienen nada especial, de hecho son una mierda, pero es algo típico de estos lares.
Esta tarde hemos llegado a Lincoln, Nebraska, donde nos acoge Eileen, una chica de couchsurfing de 78 primaveras. Voy a decirle a mis abuelas que se apunten. Eileen vive en una casa de estas americanas de madera que tanto vemos en la tele y que es una pasada. Nos ha hecho un tour por la ciudad. Aqui hay ademas otra pareja de viajeros, Rob y Anna, que han viajado por mucho mundo.
En la radio y en la tele se va notando que se acercan las elecciones presidenciales. Como dato curioso, en California veíamos mayoría inmensa de pegatinas de Obama y conforme avanzamos hacia el gran medio Oeste vemos cada vez más pegatinas de McCain. No creo que cambie nada demasiado gane quien gane. Pero veo a Obama en la televisión y parece sin duda una persona carismática. McCain y su vicepresidenta Palin tienen un mensaje esencial del miedo. Sólo meter miedo a todos con todo lo que va a pasar. Yo no votaría a ninguno, pero la verdad es que Obama me parece a priori, por lo que veo en la tele, más racional. Los otros, unos asustaniños, y en este país son muy niños aunque tengan 50 años. Hay otro candidato presidencial, por cierto, que se llama Ron Paul y que cuenta con mucha simpatía por estos estados del Medio Oeste. De todas maneras, que nadie se ilusione demasiado con Obama, que nadie se olvide quienes son aqui los liberales. La eleccion Obama-McCain no es analoga a Zapatero-Rajoy, sino a Rajoy-Acebes. Que nadie se olvide.