El sueño eterno

Esta vez vamos a viajar al maravilloso mundo de los clásicos. Yo leo de todo y más o menos las veces que hablo de libros (no hablo de todos los que leo, sólo de los que han merecido que les haga una mención especial) queda plasmado que le doy a todo. Aun así, como todos, tengo mis preferencias. Los libros sobra torturas interiores no me llegan a convencer. Yo soy más de gente de barrio, cosas bestias, investigaciones, violencia, borrachos, acabados, antihéroes y criminales. Con esto es fácil deducir que la novela negra es uno de mis territorios, aunque no siempre (reconozcámoslo, muchas son muy típicas, hay pocas cosas de interés y cientos de autores que no aportan mucho).

Sin embargo tenía hace tiempo una deuda pendiente con los clásicos. Así que mi madre me regaló “Todo Marlowe”, un tochaco editado por RBA que contiene todos los libros de Raymond Chandler y su personaje el gran detective Philip Marlowe. Esto sucedió a principios de año y poco a poco he ido abarcando todos los libros, alternando con otras lecturas para no saturarnos.

Los primeros, como “El sueño eterno” o “Adiós muñeca” tienen algunas incoherencias argumentales o giros que no encajan lo mires por donde lo mires, pero engancha igualmente. Y no engancha por la historia, que puede tener su interés, sino por ser la puerta abierta al mundo Marlowe y al mundo Chandler. El mundo Chandler: frases cortas, diálogos ingeniosos, descripciones agudas sin dar rodeos. Mundo Marlowe: adicto al whisky, perdedor, borde, hiriente, habilidad total para elegir los peores clientes y perder dinero constantemente.

Los diferentes libros transcurren por lugares variados del entorno de Los Ángeles, en los que conocemos a todo tipo de personajes, frustrados de la alta sociedad, lumpens de todo tipo e historietas variopintas.

Pero vas leyendo ordenadamente y hay un momento en el que te encuentras de frente con “El largo adiós”. Este libro, escrito en 1954, creo que tiene ganado con todos los honores un lugar en el panteón de las novelas negras ilustres. Nos presenta al Marlowe más acabado, más desencantado, pero también al más inseguro y solitario, al más triste y perdido. Marlowe podía ser siempre, a lo largo de la serie, un acabado y desencantado, pero siempre mantenía una cierta seguridad. En este libro conoce a un tal Terry Lennox, hace amistad con él y de repente se empieza a joder todo. Después intenta seguir trabajando y al final todo acaba siendo un puzzle de 2000 piezas en el que todo va encajando a fuego lento. El guiso que hace Chandler en este libro es para comer con la servilleta anudada al cuello y varias horas de siesta.

Hay gente que desconfía o se aburre de la novela negra cuando esta supone el típico detective que acaba solucionando todo con cierto ingenio. Esto es todo lo contrario, un detective casi en la ruina, con un gran descrédito profesional, solitario y desorientado. Eso y millonarios con hijas díscolas, escritores alcohólicos, esposas celosas, policías corruptos, mafiosos propietarios de casinos y muchas cosas más.

Así que lo añado a mi lista de libros que recomendaría hasta la saciedad.

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